Cultura y Sociedad

¡Adiós cometa, adiós!

Imagen del cometa C2022 E3 (ZTF), espectacular tomada en Valencia.

Como ya hemos dicho en un anterior artículo, en este mismo medio, el cometa C/2022 E3 (ZTF) fue descubierto exactamente el día 2 de marzo del año pasado (2022), por los astrónomos Bryce Bolin y Frank Masci, dentro del proyecto Zwicky Transient Facility (búsqueda sistemática en el hemisferio norte de fenómenos astronómicos transitorios de una duración corta, de segundos a años, en relación con la escala astronómica, que se mide en múltiplos de millones de años), Este proyecto dispone de 16 cámaras CCD de 6.144 x 6.160 pixeles, adosadas al telescopio Samuel Oschin de 48 pulgadas, perteneciente al Observatorio Palomar, en San Diego (California, Estados Unidos).

En el momento de su observación inicial, el cometa tenía una magnitud aparente de 17,3, y se encontraba a una distancia de nuestro planeta de 4,3 Unidades Astronómicas (1 Unidad Astronómica = distancia Tierra-Sol = 150 millones de kilómetros), siendo identificado en principio como un asteroide, pero revelando poco después su naturaleza cometaria, al mostrar una pequeña coma muy condensada.

La nomenclatura de este cometa (C/2022 E3 (ZTF)) significa los siguiente: C (órbita no periódica), 2022 (año de su descubrimiento), E (quinta quincena del año <primera de marzo>), 3 (tercer objeto descubierto en esa quincena), y ZTF (proyecto Zwicky Transient Facility

Particularidades del cometa

Repetir aquí, también, que se trata, pues de un cometa de período largo (variable), que se acerca ahora a nosotros, procedente de los confines de Sistema solar: tiene un tamaño de aproximadamente un kilómetro de diámetro, cabellera verdosa, con una cola de polvo amarillento y otra de iones, con una magnitud que fue aumentando desde su descubrimiento, pasando por el valor 10 a inicios de noviembre; mientras que para el 19 de diciembre presentaba claramente al telescopio su cabellera verdosa (como hemos indicado antes), una cola de polvo ancha y corta, y otra cola de iones muy tenue pero larga (unos 2,5 grados).

Imagen del cometa en el espacio.
Imagen del cometa en el espacio.

En su trayectoria de acercamiento al Sol, alcanza su distancia mínima al Astro Rey el día 12 de enero (1,11Unidades Astronómicas: unos 160 millones de kilómetros). Mientras, su máximo acercamiento a la Tierra sucedió el pasado día 1 de febrero, en que lo tuvimos a «tan sólo» 0,28 Unidades Astronómicas (unos 42 millones de kilómetros), alcanzando entonces su máximo brillo, visto desde la Tierra (magnitud 4,5).

Luego, tal vez se aleje indefinidamente del Sistema Solar o, si vuelve, dentro de varias decenas de miles de años… a saber qué se encontrará por estos lares.

Fantaseando

No sé yo (y creo que nadie) si el cometa C/2022 E3 (ZTF) sería muy espectacular cuando se acercó a la Tierra la vez anterior, dicen que hace 50.000 años (1.000 o 2.000 años arriba o abajo, que tan exactos no van a ser los cálculos de los científicos, digo yo). Pero lo cierto es que en esta ocasión (segunda década del siglo XXI de la Era Cristiana), hubiese pasado desapercibido, si no hubiese sido por los potentes telescopios ópticos de que dispone la comunidad científica, aficionados y curiosos bien equipados.

Y también por la difusión mediática que ha tenido, responsable de que la noticia haya llegado hasta los últimos rincones de la sociedad y, el que más y el que menos, todos hayamos intentado observarlo, echando mano de algún instrumento óptico disponible, aunque éste fuese un viejo telescopio o unos prismáticos de uso terrestre. Si lo logró o no, ya es otra cuestión, pues nada fácil ha sido. Dificultado además por la gran contaminación lumínica y ambiental que padecemos en nuestros días y que tanto empobrece la observación del cielo estrellado.

Pero vamos a suponer que sí, que hace 50.000 años este curioso (y escurridizo está vez) cometa verde, pasó mucho más cerca de nuestro Planeta, y el brillo y resplandor turquesa de su amplia cabellera, así como sus diferentes colas de tonalidades ámbar, sorprendieron a nuestros antepasados. A nuestros primos neandertales o a nuestros hermanos (incipientes homos sapiens) primitivos. ¡Y de qué manera!
Nos lo podemos imaginar: unos seres que, en su imaginación cargada de fantasías míticas y religiosas, habría poca cabida para albergar cualquier explicación científica y razonable a los fenómenos con que la Naturaleza y los cielos les sorprendían de vez en cuando.

El rayo, el trueno, el Sol, la Luna; eran para ellos sus dioses (y no iban descamisados, tal vez hoy, sí). Así que, cuando algún acontecimiento, menos común que éstos tenía lugar, y venía a turbar su casi habitual monotonía, seguramente lo consideraban como una invasión o intromisión en los poderes divinos o sobrenaturales ya establecidos. Apoderándose de ellos un temor, sumisión o pleitesía exacerbada.

Probablemente, echando a volar también nuestras fantasías del siglo XXI, podemos imaginar que, ante el espectáculo de un impresionante paso de este mismo cometa, se arrodillaran unos, se postrasen en tierra otros, los de más allá se refugiasen en sus cavernas, e incluso algunos, sacrificara ganados o hasta individuos, para calmar la ira de semejantes espíritus malignos. Pero, tal vez todos, coincidieran en bautizar a esta nueva deidad con el nombre de «El Gran Pájaro Verde».


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