Opinión

¡Feliz Navidad y próspero año nuevo! 

La Navidad es un momento muy especial que da para reflexionar bastante.

Es fácil  comprender que la vida es como la vivimos producto de cómo la sentimos y fiel retrato de nuestra realidad contada por nosotros mismos. El talento de un hombre consiste en cómo vive su  vida, no hay duda; las cosas son como cada cual las ve y no hay nada que objetar; sólo el manejo adecuado de nuestro pensamiento  nos proporcionará la felicidad que es el fin primordial de nuestras vidas. Nuestras ideas condicionan el pensamiento y éste nuestras actuaciones  que labran y forjan la forma de nuestro cerebro.

El encéfalo es tangible, se puede tocar porque tiene cuerpo, peso y forma y ha crecido con nuestro pensamiento y doctrina. Ayer paseando por la calle, oí a un hombre pedir disculpas a una mujer, alegando que no podía hacer nada, que esa era su manera de pensar. Y tanto que sí, que lo que nos distingue sobretodo es nuestra manera de ver las cosas, todos somos distintos  y a veces así mismos ni nos conocemos; conocer a un hombre y saber lo que tiene en la cabeza son asuntos distintos.

Cuantas veces recordamos a nuestros queridos y allegados  aconsejarnos que no pensemos más en eso, que pensemos en otra cosa  para quitarnos el problema de la cabeza, como si el tema fuera solo de quitar y poner.  Mi madre estaba más acertada en esos temas, decía que muchos para que cambien habría que fundirlos de nuevo.  Se puede decir que la navidad es una fiesta muy particular, no por distinta, que todas lo son, sino porque parece que con ella se termina con algo y  vienen cosas muchísimo mejores, no por buenas sino por diferentes. Lo venidero es algo que está en nuestra mente a conveniencia de cada cual, es como disfrutar en el momento de una felicidad futura que solamente existe en los proyectos de cada cual y aún no han fracasado porque no se han plasmado, luego serán las realidades las que afloraren.  Todo el mundo que quiera mejorar tendrá que empezar por reconocer que algo en su vida no va bien, que tiene problemas que necesita cambios.

En general,  hay un victimismo a la hora de contar cada cual la vida que le ha tocado vivir, siempre se culpan a otros de lo que nosotros no hemos podido alcanzar, es como si quisiésemos volver al pasado para poder cambiar cosas y gentes. Lejos de cambiar a cosas y gentes, será infinitamente mejor  aceptar las cosas como son, que el cambio sea solo una pretensión, un deseo y no una imposición inexcusable, porque todo no está fuera, también hay mucho dentro de nuestra cabeza y seremos nosotros quien deberíamos de cambiar. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que solo puede abrirse desde adentro. No podemos abrir la puerta del cambio desde afuera  con argumentos y criterios de gente que llama desde el exterior. El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. El hombre que empieza a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera..

El paradigma de afuera hacia dentro  genera personas infelices que se sienten sacrificadas e inmovilizadas, concentradas en los defectos de otras personas a los que atribuyen sus propios males.  “No solo no estoy loco sino que los locos son los otros”, es sin duda el emblema de todo el que no está dispuesto a abrir su puerta desde dentro. A través de juicios a posteriori  llegamos a saber que la felicidad no llega cuando conseguimos lo que deseamos sino cuando conseguimos disfrutar con lo que tenemos, no soñando con el mañana sino viviendo el hoy. Atesora lo que tengas en cada momento de la vida porque  el tiempo no espera por nadie. No hay mejor momento para la felicidad que éste. Si no es ahora ¿cuándo?. Poco podemos hacer para deshacernos de los condicionantes culturales que nos hacen ser como somos, de las cartas de navegación que tenemos impresas en nuestro cerebro.  Decía Hemingway que lo que se piensa por las noches no sirve de nada por las mañanas, ya se sabe:

“¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
― Pedro Calderón de la Barca


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