Cultura y Sociedad

¿Está informada la población sobre educación financiera en tiempos de inflación?

La inflación, a día de hoy, se mantiene como uno de los principales desafíos económicos del año. Los bancos centrales trabajan para moderarla mediante políticas monetarias restrictivas, sin embargo, sus efectos ya se dejan sentir en el día a día de las familias

 

 

La población es consciente de que la cesta de la compra se encarece mes a mes, la conversación sobre la inflación se hace dueña de las tertulias familiares, noticiarios, supermercados y bares. Los alquileres se disparan y el ahorro pierde poder adquisitivo. En este contexto, cabe preguntarse cuánto sabe realmente la ciudadanía sobre finanzas personales. Y más aún, ¿se está preparado para tomar decisiones económicas responsables cuando el entorno aprieta, como en periodos de inflación? ¿Tenemos las herramientas y el conocimiento adecuado?

Un déficit educativo endémico en el país

La inflación lleva meses colándose en todas las conversaciones: en el supermercado, en la gasolinera, en las reuniones familiares y en las noticias. Suben los precios, baja el poder adquisitivo y cada euro parece rendir menos. Pero en medio de este escenario incierto, hay una pregunta que cada vez cobra más fuerza: ¿cuánto sabemos realmente sobre cómo manejar nuestro dinero? ¿Tenemos las herramientas necesarias para tomar decisiones financieras sensatas cuando todo se encarece?

En España, la realidad nos dice que la cultura económica general sigue siendo baja. Muchos adultos no saben cómo funciona un interés compuesto, cómo calcular cuánto les afecta la inflación o qué significa exactamente firmar una hipoteca a tipo variable. Y entre los jóvenes, la situación no es mucho mejor. El sistema educativo apenas dedica tiempo a enseñar finanzas personales, y eso se nota.

Este desconocimiento pasa factura. Porque en épocas de calma, no saber mucho de economía puede no parecer un problema urgente, pero cuando los precios suben y el salario se queda corto, no entender conceptos básicos puede traducirse en decisiones equivocadas, pérdidas innecesarias o, directamente, en quedarse atrás.

El peligro de mezclar inflación y desinformación

La inflación trasciende el ser un problema macroeconómico; a pesar de lo que pueda parecer al común de la sociedad, se trata de una realidad que impacta directamente en la calidad de vida de los hogares. Lo preocupante en este sentido es que, en la inmensa mayoría de los casos, la gente no tiene ni idea de cómo protegerse de sus efectos. Las preguntas más habituales como: ¿conviene ahorrar más o menos?, ¿hay que amortizar la hipoteca?, ¿tiene sentido comprar ahora o esperar? No tienen una respuesta clara.

Quienes tienen una base financiera sólida suelen adaptarse mejor. Analizan, comparan, reajustan. Pero quienes no han tenido acceso a esa educación, se asustan y pierden el control, se mueven con miedo, improvisan o se dejan llevar por gurús sin sentido.

En esos momentos, el error de dejarse atrapar por lo complejo, sin entenderlo completamente, puede existir, como, por ejemplo, despertando el interés por productos financieros complejos, sin entender ni tan siquiera lo fundamental. Esto puede ocurrir con el trading de CFD.

A simple vista, suena interesante. Rápido, accesible, incluso emocionante. Pero lo cierto es que se trata de un producto complejo y arriesgado, que requiere de conocimientos avanzados y dirigido a traders profesionales. Sin embargo, son muchos los que sin conocer sus entresijos se lanzan a probarlo, ya sea encandilados por vídeos en redes sociales o atraídos por recomendaciones poco fiables.

En este entorno es habitual perder. No porque el producto sea malo en sí, sino porque la formación y experiencia necesarias para manejarlo con responsabilidad simplemente no está ahí.

En los últimos tiempos no dejan de surgir distintas iniciativas para mejorar la deficiente educación financiera, ya sean campañas institucionales, como proyectos educativos en escuelas, o bien plataformas digitales online que explican conceptos económicos de forma accesible para la mayoría de la población.

Son pasos importantes, sin duda. Pero el acceso sigue siendo desigual, y la brecha entre quienes saben y quienes no, se mantiene. No basta con lanzar información al aire, es necesario enseñar, contextualizar, acompañar.

Entre la necesidad y el ruido

A todo esto, se suma un entorno donde la desinformación campa a sus anchas. Las redes sociales están llenas de los mencionados gurús económicos, consejos milagrosos y promesas de riqueza rápida. Algunos, incluso animan a probar productos financieros de alto riesgo sin explicar sus verdaderas implicaciones.

Esto afecta especialmente a los más jóvenes, que buscan soluciones rápidas ante un mercado laboral precario y unas expectativas económicas modestas. Y ahí es donde la educación financiera vuelve a ser clave para que puedan distinguir entre una oportunidad y una trampa.

Al final, la educación financiera no consiste en saber invertir en bolsa o entender el euríbor al detalle, consiste, más bien, en tener el criterio necesario para tomar decisiones sensatas y habituales, como el comparar ofertas, no endeudarse más de lo necesario, entender un contrato, ahorrar con cabeza. En definitiva, no dejar que el entorno decida por uno.

Y en un momento como el actual, donde la inflación aprieta y las decisiones económicas pesan más que nunca, tener esos conocimientos no es un lujo, es una necesidad.


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