Cultura y Sociedad

Se nos fue Carlos Carretero: un buen locutor de radio, cofrade, amigo y, sobre todo, buena persona

A Carlos le gustaba la música; a mí no tanto. El tiró por hacer programas en los que los viejos discos, con cartones gastados y fotos descoloridas eran los protagonistas de la tarde

El entrañable Carlos Carretero con su querido perro.

Transcurría la mañana de forma tranquila cuando, de pronto, llegó el golpe; esos golpes inesperados que te llevas y que te dejan aturdido, como ausente, como alejado de la realidad. Fue tras la llamada de un amigo. Me dijo: «sabes que nos ha dejado Carlos Carretero Rubio».

En ese momento me sentí perdido, como alejado de la realidad, como si la vida fuese una broma de mal gusto y que de repente te hace perderte en ti mismo. ¿Qué dices? le contesté nervioso cuando pude reaccionar ante lo imprevisible.

Tras conversar con él, poco a poco bajé a la realidad, aunque seguía sin creerme del todo que Carlos, al que conocí de joven y con el que compartí agradables momentos de la vida, e incluso otros amargos, se había ido, que no volvería más, que no lo vería ningún otro día con la cara feliz paseando a su perro por nuestras calles.

A ambos nos unió el destino cuando coincidimos en Radio Coca, allá por los años 80. Dos jóvenes ilusionados por transmitir cosas a los rondeños a través de las ondas; canciones, comentarios, los partidos de fútbol, y sobre todo alegría.

A Carlos le gustaba la música; a mí no tanto. El tiró por hacer programas en los que los viejos discos, con cartones gastados y fotos descoloridas eran los protagonistas de la tarde. Le hacía feliz pinchar el nuevo Technics que habían comprado en la radio y que hacía que la aguja cabalgase por el vinilo como si recorriese una pradera.

Cuando, por la ausencia de alguno de nosotros, le tocaba presentar los informativos de la tarde, los hacía bien, pero no eran lo suyo, no se sentía cómodo hablando de política y de otras sandeces. La música le cautivaba.

Junto a él, muchas veces veía a su padre, el mítico Juan Carretero, dándole consejos: «tienes que acentuar aquí la entonación, vocaliza, trasmítele alegría al oyente», le decía el veterano y curtido locutor. Hacían un tándem perfecto. Juan con sus ‘Buenos días, buena gente’, y Carlos con sus discos. Ahora, ambos nos relatan desde el cielo con micrófono inalámbrico en mano que los ángeles están de parranda, que son felices en el nuevo lugar al que han ido, y que cuando nos toque, allí estarán para recibirnos con los brazos abiertos. Que no nos preocupemos, que la cosa sigue más allá de lo que vemos.

Se ha ido un gran amigo, un gran esposo, padre, locutor de radio, cofrade, costalero y, sobre todo, una gran persona.

Un abrazo para su esposa, hihos, sus hermanos y familiares. Siempre guardaremos en nuestros corazones su sonrisa burlona, sus ojos siempre observadores, y sus ganas de compartir la vida con nosotros.

Descansa en paz amigo.


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