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La muestra ‘Crisálida’ de la artista Marie-Isabelle Poirier Troyano llega a Genalguacil

La exposición reúne algunas de sus primeras obras realizadas con la técnica shibori con su más reciente producción

A nivel estético y conceptual sustituye la idea de mancha por la de huella

El pasado sábado el Museo de Arte Contemporáneo Fernando Centeno de Genalguacil acogió la inauguración de la exposición ‘Crisálida’, una muestra comisariada por Nerea Ubieto que recoge obras de Marie-Isabelle Poirier Troyano.

Según se explica en la hoja de sala de la exposición: “La artista franco-andaluza Marie-Isabelle Poirier Troyano (Antequera, 1970), residente en Genalguacil, despliega por primera vez y de forma individual la potencia estética de su trabajo en toda su diversidad formal. La exposición reúne algunas de sus primeras obras realizadas con la técnica shibori con su más reciente producción. El textil es el medio a través del cual su obra se expresa con total libertad. Las claves del trabajo residen en la experimentación, la constancia y la capacidad para seguir su instinto estético allá donde la guíe. Así sucedió con el shibori, procedimiento japonés milenario que aprendió de manera autodidacta y consiste en reservar algunas áreas de la tela para evitar que se tiña. El resultado son composiciones de color azul o negro que varían de diseño dependiendo del tipo de reserva aplicada (cosido, doblado, retorcido, atado). Aunque existe cierto control, la obra final siempre está sujeta a un grado de imprevisibilidad muy valorado por la artista, cuyo principal motor creativo es la sorpresa provista por su intuición y las leyes de la naturaleza.

Con los años, Marie ha adquirido un dominio de las variantes de shibori, desarrollando incluso una propia, llamada “reverse”, donde en lugar de añadir color, lo elimina utilizando lejía. A nivel estético y conceptual sustituye la idea de mancha por la de huella: aquella que permanece a pesar de la erosión y nos remite al pasado. Son telas llenas de sutileza y pericia, pero también de una oscuridad latente relacionada con el dolor de la pérdida en la biografía de la artista.

El tiempo pasa y los cambios en su trayectoria vital se trasladan al ámbito artístico, materializándose en una obra abierta y personal que combina diversas técnicas y estrategias. La pistola eléctrica (tufting gun), el punzón (punch needle), los tintes naturales, la aguja mágica o el bordado manual son algunas de las herramientas usadas para configurar piezas que ganan en frescura, madurez y volumen. Los retazos e hilos salen hacia fuera generando formas orgánicas y escurridizas que parecen autorrealizarse como si de un movimiento intrínseco se tratara.

Al final de la sala, la obra más ambiciosa es un mural colaborativo con habitantes de Genalguacil, en su mayoría mujeres, en el que se retoman prácticas de convivencia y oralidad en torno al coser. Se tejen relaciones que enfatizan el valor del proceso. En este sentido, el recorrido expositivo desde las primeras obras a las últimas sirve para subrayar la importancia de los estados procesuales o de tránsito: cuando todo está cambiando sin apenas darnos cuenta. Estos momentos se manifiestan a través de obras- eslabón entre dos etapas, lugares o formas de estar en el mundo. Lo vemos en la red azul similar a una ninfa a punto de eclosionar, las anotaciones “de cuaderno” con aguja e hilo que realizaba la artista durante sus viajes cotidianos o las esculturas de shibori que no han sido ni serán desenvueltas. Son crisálidas eternas, la belleza de la transformación en sí misma”.


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