Opinión

Adiós a las humanidades (Victoria Sendón)

Comienza un nuevo curso y con él la amenaza de que las nuevas generaciones vayan perdiendo de vista un mundo que ha sido creado por lo más profundo y sublime del espíritu humano. Yo fui profesora, pero ahora estoy muy desconectada de los actuales planes de estudio, supongo que para evitarme un disgusto. Sin embargo, la carta en un diario de un alumno del último curso de bachillerato me ha llenado de inquietud. El chaval estaba encantado de que al fin iba a poder estudiar a Platón, Aristóteles o Nietzsche, pero se lamentaba de que el curso que viene la Filosofía desaparecía del programa de secundaria, es decir, de la vida de millones de jóvenes que desconocerían para siempre el pensamiento de Occidente. ¿O es que este pensamiento anida ahora en los cerebros de Bill Gates o Mark Zuckerberg? Y quien dice de la Filosofía, diría lo mismo de la música, la pintura, la literatura, la historia…., las humanidades en definitiva. Todas han sido terriblemente mutiladas.

Esta peligrosa y sospechosa tendencia me la confirma las declaraciones de un alto cargo del Ministerio de Educación hace sólo unos días, que venía a decir que hay que adaptar los programas curriculares a las necesidades de ‘los mercados’. No a las necesidades ni a las vocaciones de las y los estudiantes, no, sino que hay que formar a la juventud para que profesen como ‘esclavos’ de Moloch, que exigía sacrificios humanos, sobre todo de niños y jóvenes. Nos escandalizamos de los matrimonios forzados, pero se nos presenta un panorama de profesiones forzadas en función de lo que necesiten esos malditos mercados.

Ante semejantes atrocidades, no se me ocurre otra cosa que llamar a la resistencia, recuperando y cultivando las humanidades, que nos conducen al humanismo que estamos perdiendo. Tendrán que volver las antiguas escuelas morales como cuando la Hélade entró en su crisis de descomposición. Tendremos que reaprender a disfrutar de los grandes placeres materiales con la moderación propia del sabio, así como de los supremos placeres espirituales tal como predicaba el maestro Epicuro. Pensar que el mayor placer del que van a disfrutar las futuras generaciones va a ser el de un empleo esclavo y una retribución menguante, me subleva hasta límites de indignación absoluta. Nosotros, los que hemos disfrutado de las humanidades (literatura, filosofía, arte, música…) no podemos permitirlo. ¿Nadie dice nada en los parlamentos? Ni ven, ni oyen, ni hablan. Y les seguimos pagando.


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