Opinión

El becario agonizante (José Juan Morales)

No sé si estará del todo bien, pero hoy voy a hablar de mí. Dicen que los columnistas acaban atrapados por su propio ego, será que después del centenar que llevo, algo se me está pegando. Para ser justos y justificarme un poco, no voy a hablar de mí únicamente, sino de esa figura del recién licenciado (ahora graduado, porque hasta eso ha quedado denostado).

Me encuentro ante la siguiente encrucijada: servidor acaba este año la carrera, diríamos que el paso natural sería empezar a trabajar, pero es una cuestión que para los que llevamos ya varios años intentando sacar la cabeza, sobre todo en la industria de la información, es poco menos que una quimera.

Después de varios años trabajando en muchos sitios como becario, los de mi generación vemos cómo allí donde intentamos aprender y ayudar, la puerta de la mal llamada formación (que no es otra cosa que tener a un chaval que está en la carrera y al que le encargan los marrones por dos duros) está tan abierta como la de la salida, mientras que la de entrada formal está cerrada y a prueba de balas. Las opciones y la esperanza se van agotando para todos.

A estas alturas, si aún nos queda ilusión y no nos la han quitado a base de desengaños, sólo podemos luchar porque algún día, algún jefe de esos que nos encarga marrones nos coja tantísimo cariño que decida que merece la pena pagarnos para poder vivir por hacer eso para lo que la mayoría está ya sobradamente preparada.

Pero hay un problema, al acabar la carrera ya no te pueden explotar como becario, los contratos en prácticas exigen una vinculación con la universidad y que te contraten de primeras y sin conocerte, como he dicho antes, es que te venga Dios a ver. Así que la mayoría opta por pagar los mínimo 4.000 euros de un máster que no le seduce nada, para poder seguir pudiendo ser explotado y mantener la llama encendida.

Hecha la ley, hecha la trampa. Podríamos pensar que es una medida para evitar precisamente que nos exploten, pero dudo mucho que las empresas estén muy preocupadas mientras las universidades sigan llenas de gente con esperanza. Los que vamos acabando pasamos a ser juguetes rotos con 22 o 23 años.

Mejor tomárselo con humor y seguir con la lucha. Así que después de mucho tiempo escuchando la frase en muchos y distintos contextos, por fin la puedo hacer mía. ¡Soy una víctima del sistema!


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te pedimos la "MÁXIMA" corrección y respeto en tus opiniones para con los demás

*