Opinión

Historias de mis zapatos (Vanessa Melgar)

Mis manoletinas acabaron llenas de alquitrán. El miércoles por la mañana, mis zapatos más cómodos, se levantaron presurosos, pizpiretos, como cada mañana, sin saber que al final del día acabarían en el cubo de la basura. Tenían poca edad. Las había comprado este verano. Eran baratas pero no hacían caso a su precio. Fue durante el transcurso de una rueda de prensa en la que los políticos llevaron al extremo aquello de la foto. Como si de un asunto de Estado se tratara, la mayoría de los periodistas de esta localidad asistimos, en tres vehículos, a cubrir el inicio de las obras de mejora de carriles que dan acceso a bodegas de nuestra ciudad. En caravana. Mis manoletinas no sabían que el fin de su vida se asomaba trágicamente a sus talones, nunca mejor dicho. Casi por sorpresa, nos adentramos en un camino que estaba siendo asfaltado y en el que, dicho sea de paso, había seis o siete trabajadores que cumplían a rajatabla aquel dicho de ‘En España trabaja uno y miran diez’.

El desagradable olor se coló por las ventanillas del coche. Parece que nos aturdió ya que lejos de reaccionar y quejarnos, nos bajamos obligados a caminar por los pocos islotes de tierra que aún no habían sido ahogados por esa sustancia untuosa, negra y maloliente que nos reportó a cada uno un buen dolor de cabeza. Creo que mi hazaña olímpica se fue al traste puesto que al llegar a casa mis manoletinas, de color marrón, habían adquirido un inesperado estampado a base de manchas negras desordenadas que no me convenció en absoluto. Las limpié. No hubo remedio. La foto de los políticos, a pie, pie, pie de obra, se había llevado por delante mis zapatos, mis queridas manoletinas.

He sentido su pérdida el resto de la semana. Me hubiera gustado que estuvieran presentes en el inicio de las obras de la cocina social, uno de los proyectos más acertados que va a poner en marcha el Ayuntamiento para ayudar a familias necesitadas en el viejo colegio Giner de los Ríos y que, en mi opinión, es un ejemplo del magnífico trabajo que está realizando la concejala de Bienestar Social, Concepción Muñoz.

Creo que les di una buena vida a mis manoletinas antes de enfrentarse a su destino el día del alquitrán. Estuvieron el fin de semana en El Burgo, en la recreación histórica de la época de los bandoleros ‘Pasión bandolera’ y viajaron hasta Campillos con motivo de una procesión magna en la que sus vecinos pasearon a sus cinco Vírgenes.

El resto de mis zapatos quizás puedan borrar el recuerdo de mis manoletinas. Tengo mis botas de agua. Mis botas me permitieron, por ejemplo, salir a fotografiar Ronda cuando despertó cubierta de nieve este pasado invierno. Las dos nos tiramos a la calle cuando aún no se había despertado el día. Entrar a la Alameda, casi de noche, asomarse a los balcones del Parque y ver cómo un manto blanco había cubierto la Serranía es un momento que se quedó clavado en mi cámara y en mi retina. Gracias a mis botas también pude meterme en faena en las inundaciones que afectaron a vecinos de Ronda, de la Estación de Jimera de Líbar y de la Estación de Cortes de la Frontera.

También tengo mis zapatillas todo terreno. Son más feas pero ellas me llevaron a los montes de Cortes de la Frontera a comprobar cómo se saca el corcho y a las lomas de Jubrique a convertirme en una inexperta castañera. En fin. Creo que sobreviviré sin mis manoletinas. Descansen en paz. Nota: no más ruedas de prensa en carriles llenos de alquitrán, por favor. Todo no vale por la foto.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te pedimos la "MÁXIMA" corrección y respeto en tus opiniones para con los demás

*