Opinión

La frontera (Enrique Santos)

En su origen nombraba los confines del Estado. Era el límite hasta el que llegaba la civilización, (para los “civilizados” la forma de vivir y relacionarse a la que estaban acostumbrados), más allá del cual todo eran oscuridades, miedos y peligros.

Hoy día señala la delimitación perimetral de los distintos países. La Raya que nos adscribe a determinada nacionalidad. En principio es una palabra bastante neutra sin expresar cualidad alguna.

Sin embargo, en estos convulsos y tristes tiempos donde las distintas formas de corrupción campean por casi todos los órganos de todos los gobiernos, (notoriamente en los países fronteros con el Mediterráneo), ha adquirido un carácter peyorativo: la frontera es el elemento físico y poderoso que impide a los miserables que viven más allá disfrutar de nuestro nivel de vida.

Tiene especial relevancia cuando se habla del tercer mundo, sí el tercero, ese donde vive tanta humanidad de baja calidad, es decir, los que están al otro lado de la Valla o el Muro.

Este significado tan denigrante ha saltado el paredón de su sentido original y toma cuerpo de naturaleza en la vida cotidiana de nuestro país, (que se llama España aunque a muchos les suene raro), creando una nueva Raya. Es una línea virtual y difuminada pero mucho más fuerte que el muro israelí o la valla useña.

Esta nueva frontera es la que separa a los ciudadanos y la Clase y queda de manifiesto en todos y cada uno de nuestros órganos de gobierno: nacionales, autonómicos y locales. Se caracteriza por permitir  a los súbditos votar de vez en cuando, (y solo a los que están en alguna lista), pero impidiendo que aquellos tengan voz más allá del día de la votación. Una vez elegidos los distintos jerarcas, el pueblo debe limitarse a mostrar sumisión, cualquier crítica es menospreciada o tachada de malintencionada y destructiva.

Este comportamiento me recuerda los últimos tiempos del franquismo cuando los locutores que narraban las masivas manifestaciones a favor del Régimen hablaban de la “adhesión” de los ciudadanos con tal ímpetu que se olvidaban de la H y desdoblaban la D, pronunciando con entusiasmo: ¡Ad Desión!.

En Ronda la frontera está en el Ayuntamiento, donde si no. No en la puerta ni en determinado despacho sino en el comportamiento de los Sentados.

Cualquier rondeño o asimilado incluido en una lista por el dios de tal partido, el que Vd quiera, una vez elegido para formar parte del Sanedrín de los Sumos Sacerdotes cuidadores del Arca, pierde esa cualidad ciudadana y, aunque antes fuera una estupenda persona, un profesional de prestigio o un luchador por Ronda, sufre una metamorfosis radical, perdiendo el norte de forma tan rotunda que solo reconoce la Verdad dentro de su cabildo, encontrando peligrosísimas las críticas o simples llamadas de atención de los que antes fueron sus convecinos y descubriendo con pavor que estos forman parte del tercer mundo y solo pretenden arrebatarle su poderoso puesto desde su sectarismo irracional.

Si no me creen vayan a cualquier Pleno, (terrible penitencia de vergüenza ajena), y verán en el turno de ruegos y preguntas como son tratados por la Mayor Sentada esos atrevidos que intentan escalar las alambradas de la frontera democrática poniendo de manifiesto alguna irregularidad o maltrato.

Los Sentados están en posesión de la Verdad, aciertan siempre y son sencillamente maravillosos. En consecuencia, los vecinos, juntos o por separado, solo deben hacer profesión de pleitesía, callar por su torpeza e ignorancia innatas y, como ocurre en cualquier dictadura que se precie, mostrar su Ad Desión.


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