Opinión

Memoria/Huida (Francisco Pimentel)

Hace unos días recibí un correo con el anuncio de la publicación del libro “Crónica de una Huida” de José Becerra Gómez a quien no conozco personalmente, pero que escribe en estas mismas páginas.

Decía la nota que el libro se podía adquirir en todas las librerías de Ronda y de inmediato me fuí a la de mi vecino y amigo José Álvarez la librería Alman, pero no lo había recibido y aunque buscó en internet no encontró ni distribuidor ni editorial. Luego estuve en una librería que hay en la calle Naranja pero tampoco y en algunas más que conozco pero nada. Había desistido de momento y había pensado en contactar con el autor porque el tema es ahora primordial para la memoria histórica. Pero al día siguiente estuve tomando un café con María Gil, una hija de represaliado que vive en Barcelona y viene cada poco a estar con su madre, que iba a buscar un libro a un kiosko de prensa que hay cerca de la Alameda, pero como allí no tenían libros nos mandaron a la calle Jerez a la librería Dumas.

Aquí tenían su libro y también el de la crónica de la huida de José Becerra que compramos los dos.

Voy a hablar de este libro porque es muy interesante, pero he querido hacer estar introducción para dejar constancia de las dificultades a la que se enfrenta cualquier publicación que siendo difícil su creación y caro su diseño, composición y edición al final todo falla en la distribución y ésta es muy difícil y penosa en España a tal punto que hay quien piensa que es una forma de censura porque permite o no que las publicaciones lleguen a los ciudadanos.

El libro “Crónica de una huida” se lee muy bien en una tarde porque engancha. No se puede dejar. Y aún para los que ya hemos leido y escrito sobre la “huía” de Ronda y la carretera de la muerte descubre nuevas facetas del terrorismo que los fascistas ejercieron sobre una población inerme.

Nos dice José Becerra que el libro es producto de las notas que le dejó Juan José el Mirlo, hijo del maestro de Benaoján durante la República, que cumpliendo las normas del gobierno había retirado el crucifijo de la escuela. Este hecho le enemistó con el cacique y por consejo del Alcalde y concejales se fueron todos junto con casi todo el pueblo ante la inminente llegada de los moros y el terror que infundían las noticias de las atrocidades que venían cometiendo y las terroríficas amenazas que por la radio difundía Queipo de Llano.

Durante la lectura del libro he subrayado y anotado muchos pasajes del relato de El Mirlo, que tenía 9 años, con la intención de comentarlos, pero son tantos y el espacio aquí disponible limitado, que he optado por reproducir unos pasajes finales. Todo para interesar a quien esto lea y que adquiera el libro porque es un documento histórico con reflexiones de nuestro estoicismo andaluz más profundo.

“…Dos meses después de regresar a Benaoján y de presentarse mi padre en el cuartel de la Guardia Civil, siguiendo las instrucciones de los nacionales tras el bombardeo de Almería y la toma de la ciudad, presencié como en la Plaza del Ayuntamiento subía a un camión en cuya cabina ondeaba la bandera roja y gualda. Lo hizo junto a una veintena más de personas del pueblo, entre ellos Lorenzo el alcalde republicano. A todos los habían reunido en la plaza después de haberlos ido sacando de sus casas uno a uno. Los asalariados de Manuel Fuentes el cacique y las familias de éstos incluso los hijos pequeños, entre ellos mi amigo Miguelito Gil el Gurripato, levantaban las manos amenazantes y gritaban: ¡Rojos! ¡Hijos de puta! Lo hicieron una y otra vez, mirando de soslayo a los guardias civiles y a unos jóvenes desconocidos en el pueblo que vestían camisas azules… Miré fijamente a mi padre quien vuelto hacia nosotros levantó levemente el brazo en lo que fue su última señal de despedida. Sentí como en mi vida algo se rompía en aquel momento y tuve la clara percepción de que se acababa para mí una etapa y empezaba otra que no podía mirar sino con temor y pesadumbre. Era como si de golpe y porrazo cruzara el umbral de la infancia a la madurez, resentida aquella por los sucesos vividos en la carretera de Málaga a Almería. Jamás volví a ver a mi padre…


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