Opinión

Memoria/ Mártires (Francisco Pimentel Sánchez)

Solo había hecho el bien en su vida pero alguien por dinero por envidia por miedo lo acusa y los malvados fueron al olivar donde estaba y de allí lo sacaron atado como si fuera un criminal.

Ante los jerifaltes lo insultan, le pegan, sangra, lo tratan como a un animal, patadas, puñetazos, vómitos de sangre, latigazos y correazos, la ropa teñida de rojo. Quieren que diga que ha hecho lo que no ha hecho. No puede decir nada pero no importa porque sus captores saben que es inocente pero quieren terminar con su vida porque les incomoda y porque quieren dar ejemplo.

No quieren que nadie piense, que nadie crea que sus antiguas ideas y leyes pueden ser cambiadas porque de ser así peligrarían sus privilegios. Ellos son los guardianes de las esencias divinas y por la gracia de Dios no pueden permitir que nadie ponga en cuestión su orden.

Le hacen un paripé de juicio. Atado, amordazado, machacado, sangrante, vacilante, se siente abandonado. Lo condenan a morir por un delito imposible. Pero no importa. Ellos tienen el poder de la fuerza bruta y el pueblo está temeroso.

Casi desnudo, con la sangre seca pegada de la cabeza a los pies, es obligado brutalmente a ir hasta donde terminará su calvario. No puede ni con su propio peso y unas veces medio de pie, otras de rodillas y otras a rastras le llevan entre insultos y golpes a su sacrificio.

Y todo por haber querido un mundo mejor, justo y solidario.

Esto era lo que me contaba mi abuela cuando me llevaba a ver la procesión de Padre Jesús Nazareno cuya devoción guardó toda su vida. Antes en Arriate donde vivieron de jóvenes luego en Ronda donde vivieron el resto de su vida. Mi abuelo hasta los 47 años mi abuela hasta los 90.

Pero también exactamente lo mismo me contaba cuando me llevaba a ver la fosa donde mi abuelo está mal enterrado solamente que cambiaba el final. A cristo lo crucificaron y a mi abuelo lo fusilaron. El resto de la historia era la misma. Ella lo veía así. Y yo también aunque con la diferencia de que a Cristo lo sepultaron dignamente y mi abuelo y tantos miles de nuestros mártires aún están indignamente enterrados esperando verdad, justicia y reparación.


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