Opinión

Escribir aquí y ahora (Ángel Azábal)

Repetiré que lo peor de colaborar en los medios de comunicación local no es el miedo a que te partan los morros por tilde de más o mayúscula de menos, que eso ya se da por supuesto. Lo peor es sufrir en carne propia el dicho ese de “pueblo chico, infierno grande”.

Me río yo de los que escriben a sueldo en los Países, los Mundos y los Abecés: acá en Ronda los quisiera ver yo: sábado tras sábado: pregonando: defendiendo la libertad de imprenta de la sobada constitución de 1812 y cosechando inquinas.
Salvo algunas honrosas excepciones tipo Anguita, Tierno y por ahí, los políticos van de puretas y esgrimiendo la bandera de la libre opinión, pero a la hora de la verdad todos tiran de Inquisición. Un poner: escribes que el tal Matas —ministro de Aznar condenado a seis años de trullo— y el Urdanga —que algo le toca al rey, creo— andaban por Baleares en plan yo me lo quieto, yo me lo pongo, y no pasa nada; puede que incluso te aplaudan. Sin embargo, cuando la crítica les toca a ellos, les sale el gen Puerto Hurraco y no dudarían en destriparte por haber escrito que la alcaldesa dijo en pleno que algunos se habían apiolado cuarenta y siete mil euros en vino y varios miles más en cocina de autor, amén de hoteles y caprichillos de austeridad similar.

Es fácil decirle a Rajoy que no me creo que no vaya a fundirse el PER: Rajoy ni me conoce ni me espera: bastante tiene él con cambiar el color de las habitaciones de Moncloa, bailar un vals con la Merkel y devengar trienios y siestas a la espera de que el 25 de marzo el general Cocaína y la bellísima Tigresa de Invercaria le rindan Cádiz, San Fernando, Triana y hasta Marinaleda.

No tiene mérito, ya digo: Rajoy vive pendiente del Marca, el As y hasta del New York Times: muy al margen de lo que se diga en Ronda. Lo que tiene mérito es escribir sobre el último pleno del ayuntamiento, interpretar los mil y pico folios del affaire Acinipo —¡con nombres, apellidos, razón social y euros de vellón!—, curiosear en cómo se corren las líneas del PGOU cada vez que cambian los mascas o denunciar la mala leche que se gasta un preboste al que los picoletos pillaron con más alcohol en sangre que Ortega Cano.

Y por más que digas, niegues o maldigas, por más que argumentes, pues eso, que algunos leen: mastican: braman henchidos de alegría: te felicitan por una maldad que te suponen: deforman, largan por esa boquita que Adonai les dio: y finalmente te encuentras que lo que anda al cabo de la calle es justo lo contrario a lo que tú escribiste. Me ha pasado muchas veces. Será que no sabemos leer…

Y por ahí no paso: yo escribo lo que escribo: me hago responsable de cada una de mis palabras: me juego el tipo cada semana: y creo, sin humildades, que si conseguí la atención del lector fue porque siempre dije y escribí desde la libertad: me importó una higa que mandase éste o aquél. No obstante, callé no poco: dije lo preciso: me cuidé de entrar en privacidades o chismes: y jamás pretendí ofender a los que se dedican a la cosa pública: parto de la base de que ya se bastan ellos, con sus excesos, para dañarse a sí mismos. ¿Alguien recuerda una sola vez en que servidor escribiera de los galanes del caso Acinipo —y dale— sin presuponerles inocencia? Otra cosa es que uno no sea libre de decir que ya vale de cargos de confianza cuando tenemos funcionarios excelentes o que escriba que los que aparecen retratados en el sumario de marras lo que tienen que hacer es devolver en frío lo que se dice que se llevaron en caliente, a la de ya y sin que falte un real, que los sofocos pasan, los juicios terminan y las penas del delincuente con euros son menos.

Ahí es donde hay que dar: en el dinero. Si los malayos, acinipenses, astapenses, EREinómanos, gürtelianos y demás devotos de la Hermandad de Roca, Gil y Roldán devolvieran la pasta, ten por seguro, compay, que la crisis duraba lo que yo me sé. O menos. Aunque me temo que aquí se chupa trena y se aguanta todo con tal y no te toquen los cuartos.
¿Afeé los dos mil y pico euros que se levantaron algunos —¡y qué callado se lo tenían!— por auxiliar a La Gaceta que supuestamente se financiaba con dineros de empresas cuyos intereses pendían del plácet del ayuntamiento? ¿No? Pues eso, que el 25 de marzo es san Dimas, el buen ladrón.


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