Opinión

Entre Gila y Clint Eastwood (Manuel Giménez Rasero)

Que Clint Eastwood es un señor con mucho talento es una obviedad. Sin embargo, creo yo que si el célebre actor y director hubiera nacido en Cuenca en vez de en California, otro gallo le hubiera cantado. En España, un tío con esa cara, gesto torcido, matón, condescendiente y antipático es un concepto que no se comprende, que no tiene venta. Y eso no es bueno, ni malo. Es más bien una cuestión cultural. Aquí, hasta Paco Rabal, con su nariz quebrada en una trifulca de juventud, su mirada mohína y profunda y sus manos callosas, tenía su vis cómica, su perfil de chufla.

Es, insisto, una cuestión cultural.

Por esa misma razón, un artista amanerado y bizarro, un inadaptado, llega a ser un venerado mito en Estados Unidos, al que generaciones enteras adoran, mientras que en este país nuestro se le consideraría un loco, un demente trastornado por el levante, un majareta. Y no digo que Warhol fuera un ejemplo de lo primero, ni el Pozí ejemplo de lo segundo, sino que el ámbito de lo cultural lo moldea y lo comprende todo, porque está ligado al universo que en cada país se representa, en cada tierra, se traza como imaginario común.

Por eso no debe sorprendernos que problemas similares, e incluso el mismo problema, en ambos países den lugar a consecuencias completamente distintas. Son, simplemente, respuestas “culturales”.

Eso es lo que pasa con la crisis, por ejemplo. Llevamos casi tres años hablando de ella en todo el mundo, como si fuera una y la misma cosa en todas partes. En parte, es cierto. Espero que nadie se crea que hayQue Clint Eastwood es un señor con mucho talento es una obviedad. Sin embargo, creo yo que si el célebre actor y director hubiera nacido en Cuenca en vez de en California, otro gallo le hubiera cantado. En España, un tío con esa cara, gesto torcido, matón, condescendiente y antipático es un concepto que no se comprende, que no tiene venta. Y eso no es bueno, ni malo. Es más bien una cuestión cultural. Aquí, hasta Paco Rabal, con su nariz quebrada en una trifulca de juventud, su mirada mohína y profunda y sus manos callosas, tenía su vis cómica, su perfil de chufla.

Es, insisto, una cuestión cultural.

Por esa misma razón, un artista amanerado y bizarro, un inadaptado, llega a ser un venerado mito en Estados Unidos, al que generaciones enteras adoran, mientras que en este país nuestro se le consideraría un loco, un demente trastornado por el levante, un majareta. Y no digo que Warhol fuera un ejemplo de lo primero, ni el Pozí ejemplo de lo segundo, sino que el ámbito de lo cultural lo moldea y lo comprende todo, porque está ligado al universo que en cada país se representa, en cada tierra, se traza como imaginario común.

Por eso no debe sorprendernos que problemas similares, e incluso el mismo problema, en ambos países den lugar a consecuencias completamente distintas. Son, simplemente, respuestas “culturales”.

Eso es lo que pasa con la crisis, por ejemplo. Llevamos casi tres años hablando de ella en todo el mundo, como si fuera una y la misma cosa en todas partes. En parte, es cierto. Espero que nadie se crea que hay muchas diferencias entre las causas del problema que sufre Estados Unidos y las del que padecemos en España. Bien que aquí la tasa de paro es muy elevada y existe una economía sumergida superlativa, mientras que allí ha quebrado el sistema financiero y la deuda exterior es simplemente insostenible. Pero al final del cuento, en ambos países se padece un absoluto descrédito del sistema político, una crisis continuada del mercado inmobiliario y una irremediable sensación de que nos han estado robando todos aquellos que pidieron prestado a los bancos para invertir, se llenaron los bolsillos y dejaron tras de sí un reguero de empresas en quiebra. En fin, misma zorra con distinto collar.

Ahora bien, que la causa del problema sea la misma, ¿significa que la solución a ambas situaciones irá por el mismo camino? Yo creo que no.

En Estados Unidos, la película del resurgir deberá pasar por reflotar su industria. Dar un puñetazo en la mesa, apretar los dientes, producir más y competir más. Ganar las olimpiadas de Londres, hacer que Boeing facture más que Airbus. Como en las pelis de Spielberg, domar a los dinosaurios, matar al Terminator, salvar al soldado Ryan.

Claro, en España, la respuesta no puede ir ligada a un do de pecho. No va con nuestro carácter. Cuando quisimos adoptar el estilo chulesco nos dimos con la puerta en las narices: la Armada Invencible, la Guerra de Cuba y Filipinas, el desembarco de Annual. Nunca fue lo nuestro ir de chulitos por la vida, lo cual no significa que siempre nos fuera mal, ni mucho menos. La clave aquí es que nuestro estilo es otro: más sibilino y sutil. El primer ejército que venció a Napoleón fue el español, en una guerra librada con el tacto y el olfato, con la prudencia de conocer palmo a palmo la arcilla del terreno. De aguardar cobijado en el recodo del camino. De ser pícaro y esperar.

Conociendo nuestra historia, no pretendamos tener la claridad de enfoque de los alemanes, ni las ínfulas de los franceses, ni la determinación de los americanos. No es nuestro estilo.

Estos últimos días ha dado la vuelta al mundo un anuncio de televisión de la General Motors que se ha emitido en la final de la liga de fútbol americano. En él, Cint Eastwood anima a los americanos a derrochar fuerza y determinación para que el mundo les oiga, a luchar sin descanso y no caer en el primer asalto, hasta dominar el mundo. Conozco a mucha gente que se ha quejado de que en España no haya iniciativas de ese tipo.

Pero cuidado, porque ésa no es nuestra lucha. La nuestra quizá sea más la historia de un anuncio de salchichas Campofrío, ese anuncio que se extendió por Internet esta Navidad. Josema y Millán, Santiago Segura, Chiquito de la Calzada… una tropa de humoristas medio anticuados que se concitaban en un cementerio para reflexionar sobre el por qué de la risa como antídoto frente a la pena, frente a la pobreza de bolsillo y espíritu, la desgracia o la crisis.

Le preguntaban a Gila cómo se hace para vencer al enemigo. Y Gila respondía que al enemigo se le vencerá mañana, y que no ataque muy temprano, que estaremos comiendo churros.

Ambos anuncios son igualmente motivadores y llenos de significado. Que se queden los americanos con el far west, el gesto duro y la agresividad, que ya nosotros haremos un chiste. Y así seguir viviendo.  muchas diferencias entre las causas del problema que sufre Estados Unidos y las del que padecemos en España. Bien que aquí la tasa de paro es muy elevada y existe una economía sumergida superlativa, mientras que allí ha quebrado el sistema financiero y la deuda exterior es simplemente insostenible. Pero al final del cuento, en ambos países se padece un absoluto descrédito del sistema político, una crisis continuada del mercado inmobiliario y una irremediable sensación de que nos han estado robando todos aquellos que pidieron prestado a los bancos para invertir, se llenaron los bolsillos y dejaron tras de sí un reguero de empresas en quiebra. En fin, misma zorra con distinto collar.

Ahora bien, que la causa del problema sea la misma, ¿significa que la solución a ambas situaciones irá por el mismo camino? Yo creo que no.

En Estados Unidos, la película del resurgir deberá pasar por reflotar su industria. Dar un puñetazo en la mesa, apretar los dientes, producir más y competir más. Ganar las olimpiadas de Londres, hacer que Boeing facture más que Airbus. Como en las pelis de Spielberg, domar a los dinosaurios, matar al Terminator, salvar al soldado Ryan.

Claro, en España, la respuesta no puede ir ligada a un do de pecho. No va con nuestro carácter. Cuando quisimos adoptar el estilo chulesco nos dimos con la puerta en las narices: la Armada Invencible, la Guerra de Cuba y Filipinas, el desembarco de Annual. Nunca fue lo nuestro ir de chulitos por la vida, lo cual no significa que siempre nos fuera mal, ni mucho menos. La clave aquí es que nuestro estilo es otro: más sibilino y sutil. El primer ejército que venció a Napoleón fue el español, en una guerra librada con el tacto y el olfato, con la prudencia de conocer palmo a palmo la arcilla del terreno. De aguardar cobijado en el recodo del camino. De ser pícaro y esperar.

Conociendo nuestra historia, no pretendamos tener la claridad de enfoque de los alemanes, ni las ínfulas de los franceses, ni la determinación de los americanos. No es nuestro estilo.

Estos últimos días ha dado la vuelta al mundo un anuncio de televisión de la General Motors que se ha emitido en la final de la liga de fútbol americano. En él, Cint Eastwood anima a los americanos a derrochar fuerza y determinación para que el mundo les oiga, a luchar sin descanso y no caer en el primer asalto, hasta dominar el mundo. Conozco a mucha gente que se ha quejado de que en España no haya iniciativas de ese tipo.

Pero cuidado, porque ésa no es nuestra lucha. La nuestra quizá sea más la historia de un anuncio de salchichas Campofrío, ese anuncio que se extendió por Internet esta Navidad. Josema y Millán, Santiago Segura, Chiquito de la Calzada… una tropa de humoristas medio anticuados que se concitaban en un cementerio para reflexionar sobre el por qué de la risa como antídoto frente a la pena, frente a la pobreza de bolsillo y espíritu, la desgracia o la crisis.

Le preguntaban a Gila cómo se hace para vencer al enemigo. Y Gila respondía que al enemigo se le vencerá mañana, y que no ataque muy temprano, que estaremos comiendo churros.

Ambos anuncios son igualmente motivadores y llenos de significado. Que se queden los americanos con el far west, el gesto duro y la agresividad, que ya nosotros haremos un chiste. Y así seguir viviendo.


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