Opinión

Elecciones generalísimas del 20-N (Antonio Sánchez Martín)

Con la cantidad de domingos que tiene el año y van a poner las elecciones precisamente el 20-N, como si se tratara de unas elecciones “generalísimas” de trascendental importancia. Y todo para que luego los socialistas presuman de que Zapatero murió políticamente el mismo día que Franco y José Antonio para joderles la onomástica, y de paso obligar a los falangistas a madrugar para ir a votar al PP antes de irse al Valle de los Caídos a cantar el Cara al Sol. Un himno al que, por cierto, le van a cambiar la letra, y donde decía “con la camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer”, ahora dirá “que tú mangaste en el Corte Inglés”, porque con esta crisis no nos va a quedar ni para comprar camisas en los bazares de los chinos.

Yo creo que la coincidencia debe ser por eso, porque José Luis Rodríguez Zapatero no quiere que le recuerden como el Presidente de la crisis, sino de la “Memoria Histórica”, que se inmoló un 20-N para que todo el mundo supiera que la susodicha ley fue obra suya, y que a la gente no le quede tan mal recuerdo de su mandato. Ya me entienden los lectores: cinco millones de parados, retrasar la edad de jubilación, recortes al sueldo de los funcionarios y la ruina de España; pero no una ruina cualquiera, sino una ruina que no la levanta ni Dios, por mucho San Rajoy que venga en nuestra ayuda.

Es lo que tienen los engaños: que quien mal empieza, mal acaba. Hace casi ocho años, en aquella maldita mañana del 11-M, los que se inmolaron fueron otros, los radicales islámicos que ensangrentaron la campaña electoral con 192 muertos que Aznar quiso cargar en cuenta de los etarras y que Zapatero no tuvo ningún inconveniente en utilizar para recaudar los votos que le hacían falta para llegar a la Moncloa. Luego, en el 2008, vinieron otros engaños: Que si era la legislatura del pleno empleo, que si no había crisis sino “suave desaceleración”, que si estaban brotando brotes verdes, o una ley del aborto que luego nos enteramos que permitía abortar a las niñas de 16 años sin permiso de sus padres.

Y todavía pretende Rubalcaba levantar el ánimo de los socialistas y recuperar su voto. Le dejamos hace dos artículos limándole les dientes a la vieja mula socialista para intentar vendérsela a los labriegos (votantes) incautos, como si ahora la añosa mula fuera una briosa jaca alazana… ¡Cómo si los labriegos fueran tontos, o como si la cosa se arreglara simplemente con cambiar al jinete de la mula y dónde antes se subía Zapatero ahora que se suba Rubalcaba!

Con el mando a distancia del gobierno todavía en su poder, Zapatero consiguió que el CIS publicara una encuesta que reducía al 7% la desventaja con el Partido Popular, pero como está gafado y antes se coge a un mentiroso que a un cojo, vino la agencia Moodys y rebajo la calificación de la deuda española y de paso las expectativas socialistas. Apenas cuarenta y ocho horas después, los diarios La Razón y El País (-este último bien poco sospechoso de ser de derechas-) duplicaban la distancia en intención de voto hasta el 14 y 16 % respectivamente. Porque ese es el tema, que la única duda que se plantea es por cuánto perderá Rubalcaba las elecciones.

Por su parte, el Partido Popular debería de ser menos conformista y no quedarse sentado mirando como se ahoga su adversario en sus propios errores y mentiras. Debería salir a ganar las elecciones y no conformarse con llegar al poder porque otros las pierden. Hasta ahora se sabe poco de sus propuestas para sacarnos de la crisis, si bien es cierto que debería bastar con hacer lo contrario que han hecho esta calamidad de gobernantes. Pero la calle rebosa de indignación contra la clase política (aunque todos los indignados no vayan a Madrid ni pertenezcan al 15-M) y todo apunta a que esta vez la abstención va a ser sonada y puede ser la auténtica vencedora en la noche electoral del 20-N.

Y es que esa indignación no sólo la causa Zapatero y los miembros y “miembras” de su gobierno, la causa sobre todo la sed de democracia del pueblo español, que empezó a recuperarla aquella noche del 20-N de 1975, y que treinta y cinco años después ve lo poco que queda de ella por culpa de unos partidos militarizados que se parecen más a un sindicato vertical de la época de Franco que a un instrumento de participación ciudadana en la vida política de España, donde los ciudadanos somos soberanos y no súbditos de los partidos.

Porque setenta y cinco años después de comenzar la guerra civil, el pueblo español es más demócrata que sus propios políticos, y ya hace tiempo que enterró sus diferencias fraticidas. Pero parece que nuestros gobernantes no se enteran, o no se quieren enterar, y hoy, desgraciadamente, en cualquier asociación de vecinos hay más democracia que en los partidos políticos, donde unos y otros nombran a dedo a sus candidatos y dónde sólo se cuenta con la militancia para llenar los mítines, para repartir proaganda o para usarlos como interventores en las mesas electorales.

Si Rajoy quiere realmente “ganar las elecciones” debería prestar más atención a la indignación ciudadana y ofrecer alternativas que mejoren la salud de nuestra desacreditada democracia. No sólo tenemos que salir de la crisis económica, tenemos que recuperar la confianza en nuestro sistema democrático, que está bajo mínimos. Un sistema que si no se reforma cuanto antes, amenaza con caer en un desprestigio de difícil recuperación.

Para empezar, a los militantes del Partido Popular de Ronda se les debe un congreso, porque no es acertado criticar la paja del ojo ajeno y olvidarse de la viga que tienes en el tuyo. Sólo así se recuperarán los dos mil y pico de votos que los populares rondeños prestaron a los andalucistas en las pasadas municipales y que impidieron al PP conseguir la victoria electoral en nuestra ciudad. Y esa cifra es otra cosa que también aclararán las elecciones generalísimas del 20-N…


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