Opinión

De proyectos y derribos. ¿Para cuándo el del Teatro? (Antonio Garrido)

Se nota que nos esperan elecciones a la vuelta de la esquina. Por si alguien estuviera aún ajeno a este hecho, los partidos, últimamente, con sus anunciados mítines y programas no cesan de recordárselo. Nada nuevo, ni nada que oponer a que dentro del juego democrático cada grupo trate de captar nuestra intención y nuestro posterior voto, después, para sus siglas. En la persecución de este fin, como paso y señuelo obligados andan en danza estos días los proyectos más variados, todos magníficos, para el futuro de la ciudad. Otra cosa será, a juzgar por lo que nos dicta la experiencia de muchos años, y perdonen que seamos tan escépticos, que tengamos la fortuna de verlos en pie, o que volvamos a tener noticias de ellos hasta que no se aproximen otros sufragios.

En uno de esos proyectos, para nosotros sonados, no obstante, hallamos, por lo que de hacedero pueda tener, algo que no deja de sorprendernos. Nos referimos al derrumbe de la Casa de la Cultura, para levantar una nueva en los solares del Cuartel de la Concepción y dejar su espacio en la Alameda como antes. Al mismo tiempo se habla de “integrar en el paisaje” el Teatro.

Nos gustaría que alguien, quizás más experto que nosotros, nos explicara, en primer lugar, cómo se puede integrar un reconocido adefesio, la famosa “fábrica de ladrillos”, que es el Teatro,  antiestético vulnerador de jardines, paseos, plaza de toros y demás, en un conjunto en el que si de algo presume es de  desprender belleza por doquier. ¿Habrá vegetación suficiente en la región para enmascarar sus fealdad? ¿Por otro lado, si hay dinero para derribar la Casa de la Cultura, por qué no empezar con el Teatro y ubicarlo donde se quiere aquella? No sé que  salvoconducto de inmunidad tiene el Teatro  en cuestión, pero hay miedo evidente a desplazarlo,  aunque ya hubo promesas. Si tanto se le ama, sin embargo, si no derribo, propondríamos que, como los templos amenazados por presas y pantanos, ladrillo a ladrillo, se le trasladara a otro sitio; cuanto más lejos de esos monumentos para los  que pretendemos se le nombren  Patrimonio de la Humanidad, mejor.


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