Opinión

Egipto (Lucas Gavilán)

Muchas cosas han pasado en Egipto. Muchas más de las que creemos y que jamás conoceremos. En política internacional las jugadas maestras se realizan en ostentosos salones en los que sólo tienen cabida unos cuantos personajes cuyo poder es simplemente inmenso. El resto de los mortales recibimos, como mucho, una serie de informaciones precocinadas que los medios de información nos facilitan a cuentagotas, filtradas y maquilladas, de la mano de unos dueños de un gallinero que cada día esparcen algo de trigo para que coman sus estúpidos e ignorantes polluelos.

La plaza Tahrir sigue ocupada pero, actualmente se llevan a cabo negociaciones entre Suleiman y casi todos los opositores por lo que es de esperar que se articule un plan más o menos coherente para la transición.

Una transición ordenada será interpretada como un triunfo para muchos y como una derrota para otros. Aquellos que han vivido las jornadas de protesta de un modo más intenso (y que incluso están en la plaza en estos momentos) posiblemente vean cualquier salida institucional como una derrota y una traición. Sin embargo, es bueno no perder de vista que el destino de 85 millones de personas no puede depender para siempre de la adrenalina o el coraje. Hace falta algo más, porque hay que atender mil cuestiones cada día y éstas no se resuelven desde una plaza.

Quizás cueste un poco articular un plan creíble y, tal vez, costará un poco más conseguir que la plaza vuelva a la normalidad. Como en todos estos procesos el poder tratará de dar la sensación de que cambia para tratar de no cambiar nada.

La falta de partidos o grupos articulados y coherentes de la oposición (inexistente en Egipto) dificultará mucho que los cambios realmente ocurran ya que, una vez hayan salido de la plaza los grupos manifestantes, los grupos cercanos al poder se encargarán de reinstalarse (esta vez con mayor ímpetu) en todas las posiciones.

Por otro lado, la presión internacional puede ser la única con la posibilidad de exigir ciertas cuestiones y su cumplimiento (un caso con ciertas semejanzas al papel de EE.UU., Clinton y el NAFTA en la democratización de México y la entrega de posiciones por parte del PRI).

Lo que no puede quedar oculto a los ojos de nadie es que Egipto ha sido algo así como el “canario en la mina” de lo que está por venir. Menos energía y alimentos más caros, con un sistema de exclusión social, terminarán (más temprano que tarde) haciendo saltar los entramados sociales en muchos países.

Acabamos de llegar al “siglo XXI” que, contrariamente a lo que muchos esperaban (o esperábamos), no es un vergel de tecnología y alto estándar de vida, sino un mundo en decadencia, al límite de sus recursos y con malas estrategias y estructuras para resolver los problemas REALES a la velocidad adecuada.

En cualquier caso, los sistemas (y las sociedades lo son) buscan sus puntos de equilibrio y éstos pueden lograrse con la ingeniería inteligente o mediante la explosión incontrolada. Estará en nosotros saber resolver los problemas en uno u otro de los formatos. Los problemas están y no podremos barrerlos bajo la alfombra. El mundo no es un lugar tranquilo como habíamos creído en estos últimos 70 años, sino todo lo contrarios. Sencillamente cada día somos más millones de personas los que habitamos el globo y no hay para todos. Grandes cataclismos sociales van a suceder en los próximos años, y es mejor que estemos preparados. De lo contrario, un día futuro, súbitamente, algún bárbaro gerrero llegará y pinchará brusca y violentamente nuestra cálida burbuja de comodidad, pasividad, cobardía y falta de compromiso. Ese día ya será demasiado tarde.


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