Opinión

Interpretación y abuso (Manuel García Hidalgo)

Imaginemos un país democrático como España, en el que todos vivimos al amparo de la ley ante la cual todos somos iguales, eso sí iguales ante la ley pero no iguales para el que la aplica porque los jueces aunque no lo digan, también tiene su ideología y a unos les gustan las rubias y a otros las morenas, algunos tienen memoria (histórica) y otros no. Ahondando más en la desigualdad, a todas luces se ve que no somos iguales ante los que legislan pues por lo visto no es lo mismo ser minero que diputado a raíz de lo visto en materia años de cotización necesarios para jubilarse, compatibilidades, pagas vitalicias, etc.

Indagando más en las causas que producen estas desigualdades se llega las causas últimas, que son las anomalías del sistema democrático que vivimos, el cual permite a un señor gobernar un territorio llamado autonomía por más de veinte años y que la convierte en su cortijo sin ser querido por muchos, hoy por casi todos y que al final no hay culpables, es por hacer un símil, un crimen perfecto. Habrá que utilizar el principio de recurrencia y dar por bueno que, el causante de la causa es el responsable del mal. ¿Qué significa esto?: Todos salen indemnes y el responsable es el sistema, un sistema en el que todos los cargos son elegidos democráticamente por el pueblo, y donde todo el mundo puede votar y ser elegido a excepción de las personas antisociales, así como los alcohólicos, pendencieros, ladrones, ignorantes, mentirosos, pervertidos, vagos, charlatanes y toda la gente de esa calaña, agregándose con ello un largo etcétera. La consecuencia de esto surge enseguida con toda claridad: ¿Quién establece o determina los que son ladrones, ignorantes, mentirosos, pervertidos, vagos, charlatanes y alcoholizados si por poner un ejemplo, un alcohólico es aquel precisamente que no admite que lo es, los mentirosos se creen sus mentiras, los ignorantes son los que creen que más saben?. El tema se complica enormemente si además entre esos que deciden están muchos de los que teóricamente están vetados, que por desgracia eso pasa siempre. Desenlace: La depuradora se alimenta de las impurezas, el antídoto es tal porque existe el virus y hay policías porque existen ladrones. Es como el vicio del discurso que se comete cuando una cosa se explica por la recíproca, y ambas quedan sin explicación, por ejemplo, el gobierno es lo contrario de la oposición y ésta es lo contrario del gobierno.

En definitiva por desgracia la razón de ser de muchos se debe exclusivamente a la existencia de su antónimo y viceversa, que no deja de ser lo mismo desde el bando que se mire. Dígame Vd. ¿qué sentido tendría el gobierno si no hubiera oposición de la que hablar y qué proyecto tiene la oposición que no sea hablar de lo mal que lo hace el gobierno?, si hasta lo visto, no se ha percibido otra forma de reputarse que no sea desprestigiando al contrario.

Dice el diccionario que la interpretación es concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad. Cuando lo que se pretende es ordenar todo este embrollo con la ley en la mano, sea del rango que sea, se deduce inmediatamente que todo dependerá de la mano de quien esté, o sea de la interpretación que le dé el intérprete.

Había un señor que tenía un caso de los llamados perdidos, por tener una mala hechura, acudió a su abogado el cual después de estudiarlo, le dijo lo esperado, que el caso tenía muy mala pinta, pero que dejara la provisión de fondos antes de irse que ya se haría lo mejor posible. Al día siguiente después de estar toda la noche en vela, volvió al despacho del abogado con una propuesta: ¿Qué pasaría si le llevara un jamón de los mejores que tenía en su casa al juez? -Eso ni se te ocurra le respondió éste, eso sería lo peor y así si tendríamos perdido el caso con toda seguridad. El juez es un señor íntegro y no admitiría de ninguna de las maneras el soborno. En fin todo quedó así y el abogado presentó sus recurso lo mejor que pudo pero casi sin esperanzas. Al cabo del poco tiempo se celebró el juicio y recibieron la sentencia absolutoria a su favor. El abogado no se lo podía creer, llamó a su cliente y en confidencia, le preguntó: Oye Juan ¿Qué pasó al final con el Jamón?, ¿se lo llevaste o nó?- Sí claro, respondió. Sorprendido el abogado insistió: ¿De verdad se lo llevaste? Pues si, pero en nombre del otro, respondió.


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