Opinión

Sueño de una noche de verano (Nieves Flores Lobato)

Martes, 27 de julio de 2010. Mi tiempo de estudio termina por hoy en la Biblioteca Municipal (situada en Plaza de la Merced) y me dirijo al Paseo de Blas Infante. Nueve de la noche. Multitud de curiosos van tomando asiento. Lo mejor está por llegar… Se presiente, se palpa en el ambiente. Esperemos, unos minutos, apenas dos siquiera. El maestro de ceremonias, enfunda orgulloso y retante su varita de  director, silencio…

“Murmullo inapreciable, de sutil belleza” (Isabel Martín), magia aparecida de la nada y el majestuoso Templete de Blas Infante se rinde ante la bellísima estampa en sólo unos segundos. La palabra cede su trono majestuosa al silencio. Todo se une a este inmenso cielo infinito, de singular y belleza inigualable, no hay principio ni fin en esta noche rondeña donde  ahora, todo es calma y efímera paz. La puesta de sol, al fondo, un hermoso lienzo de trazos imposibles cual colma mágica la noche de nuestra ciudad.

Sin palabras, sólo melodía y el aura sonora se postran triunfantes bajo el reino imperial del Valle de la Serranía. Para nosotros, melómanos de la sencillez, nada más que silencio para los oídos. Saber escuchar, dejarse llevar… No hay nada más que observar que ésta cual pura armonía sonora pasea frente a las incesantes y deleitadas miradas de los fieles curiosos bajo este precioso atardecer.

Desde los balcones del Templete, la luz ya se apaga, damos la bienvenida a nuestra musa dormida. El Sol ya se despide, las estrellas renacen… Se escuchan las primeras notas de Gladiator  –sin palabras-, y todo se convierte en la más pura y bella sinfonía. ¡Qué maravilla! ¡Ronda entera abraza contenta la cúspide del Olimpo musical! Cómo no sería pues, Sueño de una noche de verano, como la grandiosa obra de F. Mendelshon.

La ciudad bandolera y romántica se rinde ante la memorable estampa. Música y silencio… La “Ciudad Soñada”, nos ha cautivado, enamorado, hechizado, secuestrado haciéndonos suya y extasiados con su melodía, su fragancia, su paisaje sonoro, cegándonos ante la impresionante puesta de sol. Sin duda alguna, memorable y espectacular recuerdo nos llevaremos para siempre los rondeños, orgullosos de nuestra hermosa Serranía.

Se dice que un viaje es el principio de algo nuevo, de un cambio, de una nueva experiencia… Esta noche TODA entera, nuestra ilustre Serranía de Ronda, recóndita reina de impresiones y parajes imposibles, de secretas e irresistibles sensaciones -¡cuánta belleza escondes!-, nos ha hecho soñar, emocionarnos, disfrutar y, por tanto, viajar en busca de nuestra propia felicidad. ¡Qué gran regalo! Busquemos el tiempo del silencio, la música soñada y así, enamorémonos de su insondable y palpable tierra, de sus raíces. Busquemos también el susurro del murmullo que esconde, su fragancia musical…  Como decía anteriormente, es tiempo de encontrar por fin el silencio, nuestra paz interior, saber vivir y disfrutar, anhelar su poesía que emana curiosa y alegre, como bien hace regalándonos bellas melodías, siempre eternas. Dejémonos seducir por una ciudad que nos hace soñar, formemos parte –sin miedos- de este bonito ensueño…

Ronda, patria del ilustre D. Vicente Espinel, me ha devuelto las ganas de sentir, anhelar hasta lo más profundo cual es en realidad la belleza propia de la vida, acariciar lo aún desconocido, desear lo imposible y, en definitiva, enamorarme de mi tierra… Mi mejor amiga…

La solemnidad del espacio abierto que nos brinda este bello Templete y la umbría paisajística de nuestra Sierra, se ha dejado respirar, de manera sobresaliente, en la música del maestro David Gutiérrez Portigo, que ha sabido encaminar espectacularmente a la Asociación musical “Aureliano del Real”, con diferentes ecos y rumores. Esta noche hemos descubierto un ritmo propio en las entrañas de las montañas de nuestra Serranía, y de sus infinitas llanuras. Cada particular visión de este bello paisaje sonoro –delicia a los oídos de los rondeños-, hace que reflexionemos, como diría el compositor C. Debussy: “hay que saber escuchar el viento, que narra la historia del mundo”, sobre los hallazgos presentados en este hermoso concierto.

En definitiva, hemos podido comprobar que el sonido homenajea el silencio, como un reconocimiento de su inmensa importancia en la constitución del ser humano. Diría Unamuno: “La música es la palabra del silencio”. Y en palabras de San Juan de la Cruz: “Música callada, soledad sonora”. Magistral e inolvidable actuación musical. ¡Un aplauso por favor!


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