Opinión

Ronda, nuestra Ciudad Soñada (Nieves Flores Lobato)

Como visión hermosa sumergida

en océanos de luz,

así por vez primera allí en mi mente

apareciste tú.

Ronda, tan minúscula que aparentemente no deja de maravillarme con cada paseo, con cada vista, con sus callejuelas –a veces tan blancas, otras tan oscuras-. Doblas una esquina y te sorprendes con una “plazita”, un pequeño mirador con vistas al todo y a la nada. La luz del sol pinta toda la Serranía dibujando en ella infinitas luces llenas de esperanza, de libertad y de una inmensa paz.

Curiosos turistas que en ocasiones te sorprenden en los lugares más recónditos y escondidos entre las callejuelas blanquecinas.

Nos movemos en una ciudad a la que la gente viene a gozar en compañía, a admirar, disfrutar… Y ahora con el tiempo, regreso a ella y se ha convertido en mi ciudad romántica, bandolera y libre, en mi musa más fiel, en mi pasión, amante, mi compañera infinita, en mi mejor amiga.

Algunas tardes miro extasiada sentada aquí en este banco, peculiar y quizás ya algo personal, a la gente que aparece de pronto desde las esquinas, y se afana y vuelve a desaparecer. Aquí, en la plaza de Campillo, contemplo emocionada cada pincelada de este imperio solar, que arropa, abraza y mima como una madre a toda nuestra hermosa Serranía.

Por eso, he descubierto que lo mejor es abandonarse a ella. No dirigirse nunca a un lugar concreto, sino dejarse llevar…, permitir –como a los curiosos-, te sorprenda, te enamore y acabes por querer más y más de ella.

Cada paseo es una nueva experiencia, con cada paso pierdes la noción del tiempo y llegas a adentrarte en otra dimensión donde reina tanta armonía, tanta solemnidad con cierto aire de nostalgia. Evocando recuerdos de aquellos bandoleros e incluso, viajeros que se dejaron enamorar por esta nuestra querida e ilustre “Ciudad Soñada”.

Ronda se deja entrever y acariciar entre los grandes artistas universales: Fernando de los Ríos, Antonio Machado, Federico García Lorca… Un sinfín de personalidades que han aportado cuán añoranza, amor por la cultura, pasión por las letras, fervor por nuestra tierra.

Sin más preámbulo acabo siempre en esta plaza  -tan escondida- algo tiene. Siempre vuelvo a ella. Mis pies son atraídos de forma singular. Termino aquí como si me abandonara. Ahora lo hago con más frecuencia… Ayer mismo estuve aquí.

El sol apoyaba ya su cabeza sobre el atardecer, ascendía la noche o se dejaba caer desde las numerosas montañas del valle de la Serranía.

Y aquí me quedaría para siempre, cerca de aquello que tanto amo… Enamorada de mi tierra, sus bellos parajes, de sus gentes, de sus rincones desconocidos y caminos inesperados llenos de misterios, que se han instalado para siempre como un auténtico salvavidas en mi corazón.


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