Opinión

Qué prisas… (Antonio Sánchez Martín)

Un pelín pronto empezamos con los mítines. Hasta ahora, en Ronda la precampaña electoral la marcaban las mulillas que arrastran por la arena de la Maestranza al último toro de la corrida de rejones. Es entonces cuando los políticos del lugar tiran de navaja bandolera y se lían a puñaladas entre ellos. Hubo año, como el que preludió la última moción de censura en nuestro consistorio, que esas puñaladas se las dieron entre bandoleros de la propia partida (políticamente hablando, claro). Y lo que son las cosas, con el tiempo aquellas heridas cicatrizaron y ahora otra vez tan amigos.

 

Escribo este artículo con la prevención de quien sólo conoce de oídas, y por los anuncios que pusieron en la radio, el desarrollo del mitin que los socialistas rondeños celebraron ayer tarde. Al cierre de la edición de este periódico era imposible saber su desenlace antes de que se celebrara, pero sí me gustaría hacer algunas consideraciones al respecto.

Muy nerviosos deben andar los discípulos de Pablo Iglesias cuando movilizan tan pronto a la militancia. Puede que la única razón del anticipo sea simplemente levantar la moral de un partido que se encuentra en sus horas más bajas desde que accedió al gobierno del país, pero puede que detrás del acto socialista haya también otros motivos más sutiles, porque se antoja mucho mitin para tan poco bagaje.

Aunque se quiera vestir la mona, el balance de los últimos años es triste y pobre de solemnidad. Ni una sola industria ha llegado a Ronda desde que Marín Lara y sus nuevos socios conducen la ciudad, ni tan siquiera el Eroski. Su gestión se reduce a un parque Kukutxumuxu, la remodelación de la Plaza de España, un cuartel a medio derribar (que ni siquiera es nuestro) y poco más. En el “debe”, y a pesar de los planes de empleo acometidos por el ayuntamiento: cuatro mil y pico parados. La prueba de lo “cortitos” que van de equipaje los socialistas rondeños es que se ven forzados a apuntarse tantos que no les corresponden desde el punto de vista municipal.

Las obras del hospital, los nuevos accesos a Ronda y la remota llegada del AVE son actuaciones ajenas: de la Consejería de Salud, de la de Obras Públicas o del propio Ministerio de Transportes. Cabe preguntarse, si el PSOE no gobernara en la ciudad, -como se deduce de la publicidad que hacen-, si los rondeños seguiríamos condenados a padecer las limitaciones sanitarias de un hospital antiguo y remendado, que se salvan hasta donde se puede por el buen hacer de sus profesionales; o a padecer eternamente las consecuencias de unas pésimas comunicaciones que en pleno siglo XXI nos siguen manteniendo a una hora de la autovía más cercana.

Produce sonrojo que los socialistas, después de dirigir durante treinta años ininterrumpidos la Junta de Andalucía, veinte años al frente del país y otros tantos en la alcaldía de Ronda, pretendan hacernos creer ahora que las obras que desarrollan en la ciudad otras administraciones son fruto de la gestión del grupo municipal socialista en apenas dos años de gobierno. Parece arrogante, -y desde luego inmoral, desde el punto de vista político-, que se diga que todo eso lo consigue Ronda por votar al PSOE y no porque nos corresponde como simples ciudadanos que pagan sus impuestos.

Puede que el mitin de ayer fuera simplemente un nuevo baño de populismo al que tan aficionado es nuestro prócer, empeñado como está en conseguir apoyos para que su partido le presente el mes que viene entre los candidatos socialistas a las alcaldías de ciudades andaluzas de más de cincuenta mil habitantes para las próximas elecciones.

Cuando los lectores lean esta opinión tendrán conocimiento de si al acto acudió algún “pez gordo” del partido (que al cierre de esta edición no está anunciado). Esa será la clave que desvele las verdaderas intenciones del PSOE respecto a Marín Lara y su reciente conversión al socialismo. Una cosa si me atrevo a vaticinar: Con más de cuatro mil parados en la calle, celebrando el acto en un conocido restaurante, a fin de mes y con lo aficionados que somos los rondeños a tapear de gorra, la concurrencia parece asegurada. Buena suerte, jefe.


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