Opinión

La experiencia de la vida (Manuel García Hidalgo)

La memoria es la capacidad para almacenar, retener y recordar información de experiencias pasadas. Si por un momento, cerramos los ojos y hacemos una prospección interior a los datos que tiene nuestra cabeza, podemos comprobar que absolutamente todo lo que contiene son referencias del pasado, aunque sea del último detalle que retuvimos antes de cerrar los ojos. Acto seguido, al abrir los ojos y analizar lo que somos, sacamos una pura abstracción de las circunstancias pasadas, un sencillo producto del ayer. Por ley natural y razones de supervivencia, nuestras vidas están organizadas en torno al ambiente que cubre nuestras necesidades primarias. Nos desarrollamos en culturas y lugares que conocemos por el legado de nuestros antepasados más próximos, hasta nuestros pasos son pasado, cuando se da un paso, el camino está andado. Cualquier movimiento o pensamiento cuando se cuenta ya esta realizado. El presente desde el punto de vista metafísico, es solo una línea virtual que separa el pasado del futuro, no es ningún espacio ni tiempo es un infinitésimo como concepto, pero que se agranda dependiendo según qué queremos meter en él, figuradamente pueden ser hasta siglos. La edad contemporánea es por poner un ejemplo, el periodo histórico comprendido entre la revolución francesa y nuestros días. Comprende un total de 231 años, entre 1789 y el presente. En el ahora, se gestiona el futuro utilizando los datos que tenemos almacenados en nuestra cabeza que es la que nos guía, es la responsable de todo lo que somos, es una maquinaria adosada al resto del cuerpo que siempre está funcionando y dando órdenes, haciendo juicios reales y probables de las cosas, interpretando fotográficamente todo cuanto y a quien ve a su alrededor. Nadie se escapa de ser escaneado, visto y expuesto al juicio intuitivo, instantáneo de la mente amparada en el conocimiento que de las cosas tiene o se ha hecho. Es más aún siendo inalterable el objeto o el hecho que se juzga, la perspectiva con que se mira, puede cambiar y cambia con el tiempo, llegando a veces a la paradoja de juzgar como bueno algo en un momento, para después con el tiempo pensar que el hecho es malo y más adelante rectificar y pensar que estuvo bien, alternando la alegría y el lamento sucesivamente. Y así hasta llegar a la conclusión de que las verdades tiene su tiempo y también las cosas, de ahí el dicho popular de que cada cosa a su tiempo. No cabe duda que es provechoso tener mucha paciencia para proceder después con más fundamento, pero ni aún así se puede estar seguro de que se ha esperado lo suficiente para llegar a un juicio claro y conciso sobre algo.

Generalmente por ignorancia y no por conocimiento como habría de suponerse, se está convencido de que su percepción de la realidad y la realidad son la misma cosa. Sin embargo con la experiencia de vivir, descubrimos que en efecto, la realidad y nuestra percepción de ella, pueden ser iguales, parecidas, distintas o muy diferentes.

Los seres, al estar mediatizadas por la personalidad que llevamos apareada, tenemos cierta dificultad para acceder a la realidad de las cosas y es imposible encontrar a alguien que no se haya pasado la vida hablando de la vida, sin llegar a tener claro qué es y cómo hay que vivirla. Sería de sabio llegar a comprender que la vida es como es y solo es distinto la manera de verla y vivirla. ¿Podríamos discernir y opinar qué es mejor, ser un sabio que quiere perecer o un tonto que no quiere morirse?

Todos estos pareceres están mediatizados por nuestro contexto del pensamiento o filtro mental, como son los condicionamientos genético, familiares, culturales, dogmáticos, etc. que funcionan en su mayoría a nivel del inconsciente y cuya diferencia de contenido provocan diferentes maneras de percibir la realidad. Así cada uno de nosotros crea su propia realidad, la experiencia de su vida, a partir de sistemas inconscientemente elegidos e incontrolados hasta tal punto de no ver las cosas como son sino más bien a imagen y semejanza de cómo somos nosotros. Se deduce de todo esto que la calidad de nuestra experiencia en la existencia, depende de nuestra manera de percibirla por estar aferrados a nuestro punto de vista, a nuestra manera de ver la vida. Cuando nuestra conciencia está totalmente identificada con nuestra estructura mental, es imposible darse cuenta de las pruebas que puedan invalidar nuestro análisis de las cosas ya que solo podemos obtener ese convencimiento a través de nuestro sistema de percepción.


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