Opinión

La Noche Triste de Ronda

Lenon.

La Noche Triste de Ronda

Blanco y negro,
la luna en el firmamento.
Negro y blanco,
el estornino en tu fachada.

¿Qué significa este pensamiento que fugazmente ha fulgurado por entre los pliegues de mi cerebro?. Parecen versos, un inesperado destello poético, pero yo no soy poeta. Sin duda alucino. A veces las mente abandona los derroteros de la razón y divaga, quizás cansada y hastiada de la trágala cotidiana que desde hace ya demasiados años uno soporta. Para que voy a negar que estoy triste, que lo estoy. Esta noche he decidido salir de mi caverna y dar un ansiado paseo en solitario buscando la paz y la armonía que proporciona la contemplación de un cielo cubierto de estrellas . Bajo la luz de la luna, deambulo meditabundo por las calles desiertas, inmerso en un mar de problemas: paro, subida de impuestos, ausencia de futuro, el lento e inexorable transcurso de los años que poco a poco arrebatan días, horas, minutos y segundos a mi espacio vital, que si los políticos…….. Al fin y al cabo, coparticipe junto a muchos otros vecinos anónimos de los mismos problemas de siempre, tanto locales como universales.

La noche mira a la Serranía
con su ojo lunar,
y el silbador viento de levante,
insomne músico serrano,
con su arco de luz de luna  
y su negro violín de oscuridad,
entona una triste melodía
que recorre mis recuerdos
sobre el pentagrama de neón
asfalto, piedra, sueño y abismo
de esta Ciudad Soñada.

De nuevo divago. No entiendo el por qué de estos fugaces y extraños pensamientos. La poesía es cosa de locos, ociosos, funcionarios y concejales. Definitivamente: no puede ser poesía, deber ser otra cosa que se le asemeja en cuanto a la forma, pero infinitamente inferior tanto en calidad como en fuerza expresiva.. Sigo caminando. Evito cruzarme con algún amigo o conocido, esta noche prefiero estar solo. Atravieso Martínez Astein y enfilo la calle La Bola. Hace un poco de viento.

Calle La Bola.
La noche barre tus baldosas
con la escoba del viento.
Los faroles se extienden alineados
en un equidistante éxodo de luciérnagas.
Bajo la luz de esta inmensa luna
eres tranquila y callada
como el jardín de una vieja Dama.

¿Qué estoy diciendo?. Yo nunca fui poeta. Esta no es mi realidad. La realidad es otra: necesidad de un trabajo, de un sueldo, de una vivienda…. O quizás estos fugaces pensamientos pertenezcan a otra realidad que antes no veía. ¿Existirán muchas realidades distintas y paralelas entre sí?. ¿Convergerán todas en un punto indeterminado situado junto a lo que uno siente y padece, y que a su vez no tiene porque coincidir en todos los aspectos con la de los demás?. ¿Acaso la vida se asienta sobre una yuxtaposición  de realidades diferentes, algunas de la cuales nos negamos a admitir y aceptar porque nos evidencian y desnudan en unos casos, y en otros, somos incapaces de hacer la lectura adecuada de todas ellas, y su posterior conjugación y sinopsis vital que nos sirva de vehiculo para recorrer el camino asignado?. Quizás no somos tan simples como creemos y aparentamos, y por algún motivo esta complejidad nos dá miedo, nos impele a protegernos tras la coraza que cada uno nos fabricamos a media a lo largo de nuestra vida, porque ante ella nos sentimos como perdidos al borde de un abismo donde no hay asideros firmes, y por ello, inconscientemente renegamos de nuestra innata complejidad y abogamos por la simpleza. Quizás seamos más complejos de lo que creemos, pero preferimos tomar el camino sencillo de lo superfluo y lo liviano. La comodidad y la Ley del Mínimo Esfuerzo nos condiciona y finalmente nos destruye reduciendo nuestras vidas a una incesante rutina cotidiana donde a penas queda sitio para la espiritualidad y el pensamiento. La gran mayoría sólo somos el proyecto de lo que nunca seremos. Dejo la calle La Bola. Doblo a la izquierda y me encamino hacia el Puente Nuevo.

Puente Nuevo.

Gigante pétreo vencedor de abismos.

Privilegiado oyente del zurear de las palomas.

Sempiterno barquero conciliador de orillas.

Estático espectador de la inmensidad serrana.

Sigo divagando. Tal vez no me sentó bien la cena. La última vez que salgo a pasear solo de noche. Paseando por la Avenida Virgen de la Paz, junto al bar Jerez, uno presiente que sabe algunas cosas, pero no todo lo que verdaderamente ocurre en este pueblo. Son sólo unos cuantos quienes lo saben todo, y la inmensa mayoría casi nada. Saber sólo algunas cosas produce una cierta intranquilidad, una cierta desazón, pequeños e interminables sobresaltos en el alma. Casi mejor sería no saber nada, pasar de todo de una vez y para siempre. Alejarse de todo y de todos y no volver jamás  a pisar estas calles acogedoras y hostiles al mismo tiempo. Estas ideas será mejor dejarlas para mañana, esta noche la mente alucina y se empeña en alejarse hacia otras realidades menos opresivas. Estoy junto a la plaza de toros.

Plaza de Toros.
Noctívago maletilla serrano.
Capa y traje de luz de luna
bajo bramidos negros de noche oscura.
Por tí Ronda mía
un rejón llevo clavado
de arriba a bajo en mi costado.

Nuevamente se me fue el santo al cielo; pero el pensamiento rápidamente desciende a la cruda realidad del euro y la necesidad del sustento diario. Estamos en crisis. Esto se veía venir, aunque en un principio algunos lo negaron. La evidencia es la evidencia, y no tarda en mostrar su frío rostro por insoportable que nos pueda resultar. En el horizonte acechan otras crisis: la del petróleo y la medioambiental. ¿Cuál llegará primero?. No lo sé. En todo caso deberíamos ir tomando medidas ahora que todavía nos queda tiempo. Sería necesario ir preparándose convenientemente para poder afrontarlas con unas mínimas garantías de éxito. No sé si los gobiernos harán algo. El mundo de un tiempo a esta parte parece del revés. Zapatero dice que hay que ayudar a los bancos, y Rajoy dice que hay que ayudar a los hipotecados. Fuera de nuestras fronteras ocurren cosas parecidas: el mejor golfista es negro, y el mejor rapero es blanco. Algo está cambiando. O quizás las cosas no eran tal y como creíamos, o como nos las hicieron ver. Paso junto a la Alameda.

Me dice una voz antigua y calma:
Acércate amigo a esta alameda del alma,
del clavel y la piedra,
de la cal y la hiedra,
del deseo renaciente y el anhelo susurrado,
del gavilán caído y el ruiseñor liberado,
del pino verde y la rosa encontrada,
de las verjas abiertas y las cadenas cortadas,
Acércate a esta antigua noche regresada,
ven a esta Alameda Soñada.

La mente sigue divagando. Quizás sea la inminente caída otoñal de las hojas. Estoy cansado, mejor será regresar a casa. Subo por la calle Jerez en dirección a mi casa. Puede que la finalidad de este paseo nocturno sólo sea la búsqueda de un pretexto para regresar a casa. Hace viento, los naranjos se agitan.

Calle Jerez.
La noche te mira con su ojo lunar,
Y el viento de levante,
alado bailarín serrano,
danza con el azahar cautivo
del verde oscuro de tus naranjos.

Definitivamente vuelvo a casa. Necesito dormir. Yo nunca fui poeta ni lo seré. Para una vez que salgo a pasear buscando un poco de tranquilidad, buscando quedar a solas conmigo mismo, y mira por donde, unos flashes poéticos irrumpen en mi caminar y me desbaratan el paseo. Estoy gafado, algo así sólo puede ocurrirme a mí.

Blando y negro,
tu fachada bajo el firmamento.
Negro y blanco,
el estornino volando hacia la luna.

¡Vaya hombre, otra vez!. Es la última vez que me cito conmigo mismo en la noche triste de Ronda.


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