Opinión

El requerimiento

Manuel Giménez.

Un requerimiento es una manifestación o pregunta que se hace normalmente a través de un notario para exigir de alguien una respuesta. Sin embargo, es costumbre generalizada que utilizar cualquier modo de requerimiento para decir lo que uno quiere, sea o no cierto, sin ningún interés por lo que podrá hacer o decir el requerido.

Un abuso al que algunos añaden el privilegio de ocupar posiciones de poder jerárquico o funcional para saltarse la legalidad y, haciendo de su capa un sayo, hacerse pasar por el sheriff del pueblo.

Una historia que, entre nosotros, se viene repitiendo desde hace siglos. Lo hacían los alcaldes caciques de la restauración y lo hicieron constantemente los conquistadores españoles. En 1514 – que ya ha llovido- los españoles de la Corona de Castilla se plantaron en América y empezaron a matar a todo quisque y, a quien no se lo cargaban, lo hacían esclavo de por vida. Esta conducta, que todos conocemos por colonización, había que explicarla de alguna forma, porque hace quinientos años aún existía la razón de estado, es decir, que ningún país, por muy poderoso que fuera, podía andar por ahí haciendo lo que le diera la gana en plan Estados Unidos. Al contrario, era la Iglesia de Roma la que mandaba en el cotarro, aunque fuera, por cierto, tan sinvergüenza como todos los demás.

La Iglesia te obligaba a buscarte una “causa justa” para masacrar pueblos y, bueno, los españoles se buscaron un texto que básicamente decía: “eres un infiel, si te conviertes, serás súbdito de la Corona de Castilla, si no, serás esclavo y, si te resistes, estará perfectamente justificado matarte”. Este documento, que supuestamente debían leer los españoles a todos los americanos nada más llegar, se llamó “El Requerimiento”. Lo que – oh sorpresa- olvidaron fue traducirlo a las lenguas de los indígenas, quienes no habían visto un español en su puñetera vida, con lo cual, poca respuesta podían esperar.

Aquel Requerimiento otorgó a los españoles patente de corso para aprovecharse de una supuesta superioridad, y sólo ha procurado sufrimiento allá por donde llegaban los españoles y todos los europeos que nos imitaron.

En las típicas sobremesas de verano, supongo que alentado por algún tinto con casera, es curioso descubrir cómo estas actitudes se siguen repitiendo. En esencia, el comportamiento es el mismo, aunque la dimensión no sea en absoluto comparable. Siempre se repiten las mismas historias. Relatos de abuso de la autoridad, bajo las que siempre caen los mismos pardillos: discusiones en una cola, en una caseta de feria, o a la salida de unas copas en “La Sevillana”, en las que los mismos inofensivos de siempre son increpados por algún agente de la autoridad, que da la espalda a cosas realmente graves ocurren en el mismo momento.

Personalmente, me considero una de las personas que son simplemente más felices porque haya mucha policía alrededor ¿un estado policial? Algo así. Nunca, o casi nunca, he sentido peligro si me encontraba en algún lugar con fuerte presencia de la policía, o poniéndome en manos de un notario cuando necesito dar fe de cualquier acontecimiento.

Supongo que confío en el sistema, y pongo mis problemas en manos de quien corresponde. El problema es que a ver dónde meten las manos aquellos en quienes confiamos. Porque, cuando se pone en evidencia un policía, cuando un juez incumple su función o un notario hace de un requerimiento un arma arrojadiza para su propio beneficio, la honestidad de las personas sufre mucho más que si lo hace cualquier sujeto privado, pues los servidores públicos son la imagen de la catadura moral del ser humano como tal.

Y puede que no pase nada. Que sólo te toque bajar la música o el aire acondicionado, que te condenen en un juicio de faltas o incluso mucho menos.

Probablemente, en 1514 los españoles no sabían las consecuencias de su Requerimiento para todo un continente y cuatrocientos años de esclavitud, pero su actitud, como ya les dijera Fray Bartolomé de las Casas, era injusta, impía, irracional y absurda. Pero no les importó, como tampoco importa ahora.


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