Cultura y Sociedad

Ya han pasado 101 años de la tragedia del Tajo de Ronda en la que las rocas sepultaron a 15 personas

Un siglo después aún quedan algunas incógnitas por despejar. ¿Cuáles pudieron ser las causas? ¿Se asumieron responsabilidades si es que las hubo?

El profesor y escritor Andrés Rodríguez recuerda aquel momento trágico de la historia de Ronda cuando han pasado 101 años del suceso.

El pasado año fue el centenario de la “Catástrofe del Tajo de Ronda”, un enorme desprendimiento de rocas que originó la muerte de 15 personas. La tragedia impactó fuertemente en la población de la ciudad que se volcó de forma voluntaria en las labores de rescate de los cuerpos y desescombro junto al Batallón de Extremadura, el Ayuntamiento de la ciudad y las autoridades provinciales con el gobernador civil, Sr. Castro, a la cabeza. La tragedia fue ampliamente difundida en los medios de comunicación a nivel local, provincial y nacional.

Un siglo después aún quedan algunas incógnitas por despejar. ¿Cuáles pudieron ser las causas? ¿Se asumieron responsabilidades si es que las hubo?

Me inclino a pensar que el origen del desprendimiento de las rocas fue doble, por una parte la Geología del Tajo y la naturaleza de las rocas donde se asientan los Molinos y por otra, la actividad humana.

La estructura geológica de la zona donde se asentaban los molinos que fueron destruidos por el desprendimiento es bastante inestable. Son relativamente frecuentes los desprendimientos aunque ninguno, en tiempos históricos, de la magnitud del que nos ocupa.

El origen del Tajo de Ronda y la Hoya de Los Molinos es la acumulación de material sedimentario en una antigua bahía marina en la desembocadura del actual río Guadalevín,  material sedimentario que procede de ese río y otros arroyos. Estamos hablando de pocos millones de años, quizás entre tres y cinco, que en Geología es muy poco tiempo. En el fondo de la bahía se acumulan materiales arcillosos – que podemos ver en los huertos actuales-, sobre ese material arcilloso que es muy débil y fácilmente erosionable, se acumulan piedras rodadas con un escaso cemento de compactación a base de calcita que da lugar a los conglomerados que podemos ver en la pared del Tajo, a continuación se depositan arenas en forma de estratos que también podemos ver en las capas más superiores justo bajo el actual Parador y en la Virgen de la Cabeza. Esas últimas rocas que he citado se denominan areniscas calcáreas o Calcarenitas. Con el relleno del valle del Bajo Guadalquivir, el mar se retira y el río Guadalevín que debemos imaginar mucho más activo y potente que en la actualidad, comienza a encajonarse formando el corte en el terreno que actualmente conocemos como Tajo de Ronda. Un aumento de los periodos de lluvias de varios miles de años es acompañado por una suavidad en las temperaturas que se traduce en que el río reduce su erosión y permite el crecimiento de gran cantidad de vegetación en las cascadas a poca distancia aguas abajo de donde actualmente se asienta el famoso Puente Nuevo, esos enormes depósitos de restos vegetales, barros, raíces, helechos y plantas de humedad formaron una roca bastante blanda llamada Toba o Travertino, que después el río ha perforado dejando restos a ambos lados del cauce. En concreto el llamado Arco del Cristo está construido sobre esa roca, si nos situamos en él y miramos justo frente en la otra ladera del río -a la misma altura-, podemos ver la parte de la  roca travertino o toba-, es fácilmente identificable por el color más oscuro, marrón, que las areniscas calcáreas que lo rodean. Un trozo de esa roca, procedente del fatídico derrumbamiento se puede ver en la actualidad apoyado en una de las paredes del Albergue de Los Molinos del Tajo. Esa roca la encontramos también en zonas próximas a otros cauces de agua donde crezca o haya crecido mucha vegetación como en el Arroyo de La Ventilla.

El final del proceso hasta la época actual es fácil de comprender, el río sigue su perforación erosiva y cuando encuentra las arcillas del fondo las erosiona con muchísima facilidad por ser muy blandas, el material más duro, conglomerados y calcarenitas al quedar sin la base, caen formando el espectacular cortado sobre el que se asienta la parte de la ciudad denominada el Mercadillo que tiene formidables miradores sobre el abismo como el Balcón del Coño. Un resto de la inicial estructura es la montaña donde se asienta la Ermita Rupestre de la Virgen de La Cabeza. En resumen, las rocas en las que se asentaban los molinos destruidos por el desprendimiento eran Tobas y Travertinos frágiles.

En cuanto a las posibles responsabilidades humanas, se sabe por referencias de documentales recogidas por los periodistas tras la catástrofe que en el Molino Palop, situado más alto y dedicado a la producción eléctrica se estaban realizando obras para la construcción de una casa para el guarda, y que en esas obras se habían utilizado explosiones de dinamita.

La dinamita la descubrió Nobel en 1.867 y se usó por primera vez como explosivo, concretamente para fabricación de bombas en 1870.

Es muy probable que la técnica utilizada, los barrenos de dinamita, consistente en hacer perforaciones en la roca, meter cartuchos de dinamita con una mecha y un detonador y explosionarlos tras encender la mecha, hubieran socavado aún más la fragilidad de la débil pared.  Si a ello unimos que, según la prensa local, había sido una primavera bastante lluviosa, es posible que la  debilidad de la roca se hubiera acentuado.

Con motivo de cumplirse en el año 2017 el centenario de la tragedia y para elaborar este estudio, he revisado la información existente y el material que se conserva en el Archivo Municipal de Ronda con la ayuda de la archivera Clotilde Mozo que amablemente lo puso a mi disposición. En los libros de actas de las sesiones de pleno del ayuntamiento de Ronda faltan las páginas correspondientes a los meses de junio y julio, aunque sin numerar, se aprecia al estudiar ese documento que las hojas correspondientes a esos meses fueron arrancadas, quien sabe aunque mis sospechas van por ahí, para ocultar información que a alguien no convenía que quedara para la posteridad. Las hojas no están numeradas y los textos de las actas van seguidos, termina un acta, sigue una línea en blanco y continua con el acta siguiente en la que figura el día y los concejales que asisten, seguido de los asuntos que se trataron en la sesión.  En el libro de actas de 1917, la página anterior a los desprendimientos de la madrugada del tres de julio y la página posterior, los textos no tienen ninguna continuidad ni en la temática ni en las fechas, por lo que es evidente que determinadas hojas fueron arrancadas.

En el acta de 25 de mayo de 1917, el alcalde de Ronda era Joaquín Risco, según consta en el libro de actas de sesiones de pleno municipal. De los meses de junio y julio no existe ninguna referencia, la siguiente acta que aparece reflejada es de la sesión de 9 agosto de ese año, en ella ya figura de alcalde Salvador Linares. En dicha acta se acordó que el ayuntamiento contribuyera con 175 pesetas a sufragar los gastos de enterramiento y misas por el eterno descanso de las víctimas.

Llama la atención también la presencia de un “soldado rebajado de servicio” entre las víctimas. La existencia de estos miembros del ejército que siendo soldados de reemplazo no iban ni siquiera al cuartel a cumplir con sus deberes para con la Patria, fue un hecho relativamente frecuente en el ejército español hasta bien avanzado el régimen dictatorial de Franco. Para conseguirlo bastaba que el jefe del destacamento militar de la ciudad, en este caso el Batallón de Extremadura, así lo dispusiera. Desconozco con exactitud quien ejercía el control sobre el uso de dinamita por parte de particulares, y tampoco conozco la relación que el jefe militar podía tener con el dueño del cortijo y con el alcalde, pero algún tipo de responsabilidad debía tener el mando del ejército en la zona en la custodia de los explosivos que, necesariamente debía hacerse en un polvorín.

Un periódico rondeño recuerda la tragedia.
Un periódico rondeño recuerda la tragedia.

Sin temor a equivocarme puede afirmar uniendo las dos premisas anteriores, que el jefe militar del Batallón también debió estar interesado en que sus posibles responsabilidades en la custodia del explosivo que originó aquel terrible “accidente” quedara sepultado en el olvido o, al menos, desapareciera de las actas municipales.

Desde aquel importante accidente los molinos harineros del Tajo de Ronda que se movían con la fuerza motriz del agua perdieron su actividad y se abandonaron.

Bibliografía: Tesis Doctoral de Emilia Garrido Oliver. 2006 Universidad de Granada.

Periódicos y revistas nacionales, provinciales y locales.

Libros de actas del Ayuntamiento de Ronda del año 1917


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