Opinión

Soy actor

Dos actores en una obra de teatro ofrecida en Ronda. Foto Archivo.

El teatro no es otra cosa que la representación de una acción en un escenario, al que asiste público, espectadores que se entretienen y a veces disfrutan con el desarrollo de la trama teatral. Hay actores y público, como en el teatro nuestro de cada día, en él desde que nos levantamos por la mañana empezamos a representar nuestro propio teatro, nuestra propia vida,  lo hacemos en un escenario móvil que nos acompaña por doquier, muy reducido, en el que apenas cabemos, solo nos contiene a nosotros y la grada está repleta de gente, la gente de la calle que nos rodea, nos ve y nos juzga.

En este teatro solo hay un actor, yo, y mucho público, todo el que me rodea.  Nuestra actuación es casi siempre sólo un mimo en el que no hay palabras, es como una narración con expresiones, gestos, movimientos corporales sin otra cosa que a veces estar y caminar para que la gente, te vea, opine, haga juicios del teatro de los otros.  Es el teatro de la vida del que Shakespeare, sin duda el mejor, decía:

“La vida no es más que una sombra que camina; un pobre actor

que se contonea y apura su momento sobre el escenario,

y después no se le escucha más: es un relato

narrado por un idiota, lleno de sonido y furia,

que no significa nada.”

Realmente no hay que ser un idiota, pero sí estamos expuestos a que los demás lo piensen, hay mucha probabilidad de que lo hagan. En los pueblos pequeños, no por pequeños sino porque las gentes más se conocen, se ven más, la referencia de casi todo el mundo es lo malo que haya hecho, su juicio está sustentado en críticas, selladas por su pasado, hasta el nombre de pila suele ser un mote. Suele haber actores más conocidos que otros y dejan sombra y rastro por el que se conocen sus descendientes. El niño de pedro, pedrito el de la Juana, Juan el de la fuente, María la del panadero, Manolito el que se fue y hasta se puede llamar Juan el muerto.  Estas denominaciones nacen de su manera de vivir, de su usanza diaria y sobre todo de la manera como los demás lo ven. Todos, incluidos nosotros, somos actores de una vida diaria, de un teatro continuo del que somos sabedores, por lo cual todo el mundo decora y arregla, expone y representa a conveniencia.

Mi escenario, soy yo mismo y va por dondequiera que yo voy, todo el mundo asiste a mi teatro cada día.

Hay gente maravillosa que se atavía para actuar, vestida a su hábito y forma, convertido en su propio personaje, dispuesto a actuar en el teatro de la calle, utilizan textos que ellos mismos han redactado y una acción que igualmente dirigen encaminada a esconderse detrás de ellos mismos.

Tratan de convertirse en románticos, personajes despiadados, generosos, fantásticos que, en sus hábitos y costumbres en el vestir y el andar emplean modos ficticios y estudiados, intentando llegar a tener un dominio de su cuerpo y sus formas con el fin de embaucar, imitando a amantes y personajes de novelas. En el público o pueblo no hace el efecto pretendido y se convierten en gente reinventada que hace aguas por doquier, objeto de sátiras, ironías y sarcasmos con la que los aburridos se entretienen.

Hay muchos de ellos sueltos por las calles que se pasan toda su vida representando un papel caminando con el swing de los sobrados, envueltos en el halo de la mirada atónita de los otros, cruzando el umbral de todos los delirios, a los que la muerte es la única que puede socorrerlos, en el lenguaje coloquial se llaman tontos hasta la muerte.

Había sin embargo, hombres tan inteligentes y pacíficos, que su único entretenimiento era  sentarse a pensar.


Un comentario en “Soy actor

  1. pedro enrique santos buendía

    Manolo, eres un solipsista. Y esa es una buena manera de pensar.

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