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Francisco Rubio, uno de los últimos canasteros de la Serranía

Este vecino de Genalguacil mantiene la tradición de elaborar de forma totalmente artesanal cestas, canastos y demás tipos de utensilios que tradicionalmente se han usado en la recogida de frutos, como bien pueden ser castañas, aceitunas, bellotas, setas…

Francisco Rubio elabora con sus manos una cesta de mimbre.

El municipio de Genalguacil cuenta entre sus vecinos con Francisco Rubio, artesano canastero que utiliza varetas de olivo como materia prima para crear con sus propias manos cestas, canastos y demás tipos de utensilios que tradicionalmente se han usado en la recogida de frutos, como bien pueden ser castañas, aceitunas, bellotas, setas,…

Este genalguacileño ha reconocido que comenzó a hacer este tipo de artesanías hace poco tiempo, dos o tres años, y que aprendió siguiendo tutoriales de internet y observando a otros artesanos que llevan prácticamente toda su vida realizando la laboriosa tarea de fabricar canastos. En este sentido, con el paso de los años cada vez son menos las personas que, con la intención de mantener viva una tradición ancestral, siguen desarrollando esta actividad tanto en Genalguacil en particular como en el Valle del Genal en general.

Francisco Rubio ha explicado que el complejo proceso de elaboración artesanal de un canasto comienza con la recogida en el campo de las varetas de olivo en los meses de agosto y septiembre. Tras ello, es necesario limpiar de hojas y ramitas cada vareta para después seleccionarlas atendiendo a la longitud y al grosor, ya que cada tipo será usado para una parte del canasto.

El artesano trabajando en su taller.
El artesano trabajando en su taller.

A continuación se colocan en forma de estrella dieciséis pares de varetas, que se van atando y rodeando con otras más finas para hacer la base o “culo” del recipiente, sobre el que se ponen los “costillares”, nombre que se les da a los pares de varetas dispuestos a modo de jaula que servirán de guía para dar forma a la pared del canasto. Esta parte se realiza entrelazando material de diferentes maneras con el objetivo de dar rigidez y resistencia al utensilio, al que, una vez hecha la pared, sólo le faltaría el ribete y el asa, con lo que estaría finalizado tras tres o cuatro horas de meticuloso trabajo, sin incluir el tiempo dedicado a la recogida, limpieza y selección de varetas.

Rubio ha comentado que “se pueden realizar muchos tipos de cestos y canastos, más grandes, más pequeños, para pan, para frutas,…de tantas formas y tamaños como sea capaz de imaginar el artesano”. Además, el vecino de Genalguacil ha aclarado que los canastos tradicionales pueden ser de distintos colores si se hace uso de varetas de diferentes árboles, como granados y membrillos, o también de mimbre blanco e incluso negro.

La creación de cestos y canastos con varetas de olivo está en grave peligro de extinción porque en la actualidad no es un trabajo con el que se pueda subsistir, sino más bien una labor artesanal realizada por aquellos que aún la mantienen por tradición y amor a sus orígenes. Temiendo que oficios de antaño queden en el olvido, el canastero de Genalguacil ha mostrado su preocupación ante este hecho, aunque también reconoce que le ilusiona la idea de que las nuevas generaciones lleguen a interesarse por aprender esta preciosa tradición.


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