Cultura y Sociedad

La Luna: Dos caras de una misma moneda

Entre los numerosos cráteres de la cara oculta de la Luna, uno de ellos ha sido bautizado con el nombre del rondeño musulmán del siglo noveno Abbas Ibn Firnas.

Imágenes de la cara visible (izquierda) y de la cara oculta (derecha).

De todos es sabido que la Luna muestra siempre la misma cara a la Tierra, y que ello es debido a que nuestro satélite emplea exactamente el mismo tiempo, tanto en su movimientos de traslación alrededor de nuestro planeta como en el de rotación sobre sí misma.
No sabemos si desde sus orígenes, pero desde luego desde hace muchos millones de años, la Luna ha mostrado a la Tierra la misma cara aproximadamente, pues sólo debido a un pequeño «balanceo», podemos apreciar algo más del cincuenta por ciento de la superficie de nuestro satélite. La inmensa mayoría de la cara opuesta a nuestro planeta ha permanecido oculta a nuestros ojos, con toda seguridad, desde los orígenes de la Humanidad.

La cara visible de la Luna

La cara visible de la Luna es el hemisferio lunar que está permanentemente dirigido hacia la Tierra y que nos resulta tan familiar. Ello es debido a que la Luna emplea el mismo tiempo en dar una vuelta sobre sí misma que en trasladarse alrededor de la Tierra, lo cual se conoce como rotación síncrona o acoplamiento de marea.
¿Por qué esto ha llegado a ser así?
De todos es conocido el efecto marea que provoca la Luna sobre la Tierra, en forma de dos grandes abultamientos (uno dirigido hacia la Luna y el otro justo en sentido contrario. Esto produce un rozamiento del agua de los mares sobre las costas y sobre el fondo de los mares poco profundos, que se traduce en una ralentización de la rotación terrestre, a razón de un segundo cada mil años.
Esto mismo, aunque a mucha menor escala, también se pone de manifiesto en la superficie rocosa de la Tierra.
Recíprocamente, aunque la Luna no tiene mares ni mareas en el sentido estricto de la palabra, la corteza sólida de la Luna acusa la fuerza gravitatoria de la Tierra en una mayor proporción, dada la relación de tamaños Tierra-Luna (No hay que olvidar que la fuerza gravitatoria de la Tierra es ochenta veces mayor que la de la Luna).
Por tanto, aunque imperceptible, la Tierra provoca un abultamiento en la superficie lunar que, si la Luna rotase en un periodo de 24 horas, como la Tierra, estaría sometida a un rozamiento muchísimo mayor que ésta, debido al continuo cambio de posición de dicho abultamiento. Además dada la diferencia de tamaños, para períodos de rotación iguales, la energía rotacional de la Luna sería muchísimo menor que la de la Tierra.

Por tanto, la Luna, con una reserva original de energía de rotación relativamente pequeña fue alterada rápidamente por los grandes envites (bultos) provocados por la acción gravitatoria terrestre, cuyo rozamiento fue disminuyendo el período rotacional de la Luna, a lo largo de muchos millones de años, hasta el punto actual en que emplea el mismo tiempo en el día lunar (punto de vista de la Luna), que en el mes lunar (punto de vista de la tierra). Y a partir de entonces, la Luna siempre ha mostrado la misma cara a la Tierra. aunque debido a que la órbita de la Luna es bastante elíptica e inclinada, produce un movimiento llamado de libración, mediante el cual podemos ver desde la tierra hasta el 59 por ciento de su superficie.

Otra cuestión son las fases lunares, debidas a la parte directamente iluminada por el Sol, visible desde la Tierra (El Sol ilumina a la Luna por igual en cada lunación). Y la parte oscura da la misma la vemos levemente iluminada, debido a la luz reflejada que recibe de la Tierra, y que se llama «luz cenicienta».

A grosso modo, y aparte de los cráteres de impacto que cubren irregularmente la cara visible de la Luna, ésta está formada por grandes áreas oscuras que, los primeros astrónomos pensaron que se trataba de mares y, aunque posteriormente se sabe que en la luna no hay mares, la palabra sigue utilizándose.

La cara oculta de la Luna

La cara oculta de la Luna es el hemisferio de esta que resulta inobservable desde la Tierra, por las razones que ya hemos explicado antes, de la rotación síncrona, y también, como se ha comentado respecto del movimiento de libración, la superficie realmente oculta a nuestra vista a lo largo de una lunación o distintas lunaciones, es sólo del 41 por ciento. Se calcula en un total de 15,5 millones de kilómetros cuadrados la superficie lunar cuya visión está vedada a la Tierra en cualquier momento.

Este hemisferio estuvo oculto permanentemente a la vista humana hasta que el 7 de octubre de 1959 la sonda soviética «Luna 3» lo fotografió por primera vez en la historia.

Esta cara oculta tiene un aspecto bastante diferente al de la cara visible. Su aspecto rugoso y maltratado sorprende frente al de la cara visible más suave y lleno de enormes manchas oscuras.

Esto parece ser debido a que la corteza que forma la cara oculta de la Luna es más gruesa y, por tanto, más difícil de ser atravesada por material fundido procedente del interior de la luna, para formar dichos «mares». No obstante, el aspecto tan diferente de ambas caras de la Luna no deja de ser un misterio.

Es curioso que, a pesar de las dificultades que ofrecería la instalación de una base lunar en la cara oculta de la Luna, sobre todo en materia de comunicaciones y otros aspectos, se plantee precisamente esa posibilidad para la instalación de instrumentos de observación para el estudio del firmamento, al estar este hemisferio más protegido de la influencia de la Tierra.

Sin embargo, sí está más expuesto a la inclemencia del espacio exterior, como lo demuestra la existencia de un mayor número de cráteres de impacto y de mayor tamaño, como por ejemplo Apolo, de unos 520 kilómetros de diámetro.

Debido a que las naves soviéticas fueron las primeras en fotografiar esta cara lunar, la mayoría de los accidentes tienen nombre de científicos y personajes rusos. Por lo que no deja de ser más curioso aun que, entre los numerosos cráteres de la cara oculta de la Luna, uno de ellos haya sido bautizado con el nombre del rondeño musulmán del siglo noveno Abbas Ibn Firnas. El sabio andalucí que da nombre a nuestra Asociación Astronómica.


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