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La historia del fandango de Pujerra

los orígenes de este cante y baile se remontan quizás hasta el siglo XIX, aunque muy probablemente sea anterior, del siglo XVIII o incluso del XVII y en un principio era una fiesta

Cartel de homenaje al fandango de Pujerra.

En Pujerra hay muchos elementos que con el paso del tiempo se han constituido como signos de identidad del pueblo y de sus gentes, entre los que destacan, por ejemplo, sus fiestas tradicionales o su exquisita gastronomía, pero quizá uno de los más característicos y especiales sea el fandango, el Fandango de Pujerra.

Según ha explicado Víctor Simón Mancebo, vecino de Pujerra y musicólogo, el Fandango de Pujerra hoy en día es un cante y un baile que, aunque no haga referencia explícitamente al municipio, pertenece al mismo porque es ahí donde se forjó, porque se canta y se baila de la forma en que antaño se hacía en el pueblo y, por tanto, quedó grabado en la memoria colectiva hasta el punto de ser un referente más de la identidad del pueblo.

Mancebo ha explicado que “nos tenemos que ir muy atrás para pensar en los orígenes del Fandango de Pujerra, quizá hasta el siglo XIX, aunque muy probablemente sea anterior, del siglo XVIII o incluso del XVII”. El fandango entonces no era un cante ni un baile, sino la fiesta en la que un grupo de vecinos se reunían en patios, cortijos, plazas… para descansar de las duras tareas rurales de entonces. Estos fandangos, las fiestas, eran la oportunidad que tenían los jóvenes para divertirse y disfrutar del cante y el baile. Era muy común que se improvisaran coplas que podían tener letras divertidas, sentimentales, amorosas… Además, estas reuniones eran el momento ideal en el que los muchachos se acercaban a bailar con las chicas, les dedicaban canciones y les declaraban su amor.

Lo que pudo ser una copla improvisada en algún momento, quedó grabada en la memoria de los lugareños y comenzó a ser recurrente, a identificarse con el lugar. Lo mismo pasó con el baile, en la zona se le da un aire típico, unas mudanzas que empezaron a adquirir un estilo propio y diferenciado de los alrededores. Así se estableció un cante y un baile que serían los típicos de Pujerra. El musicólogo ha indicado que “el problema es que con el cambio de los tiempos van cambiando las modas”. En este sentido, a finales del s. XIX y principios del XX los gustos musicales comenzaron a variar, además aparecieron gramófonos, la radio… Las personas dejaron de reunirse para cantar y bailar y empezaron a consumir nuevas músicas, como los pasodobles, los valses, chotis… Proliferaron las orquestillas, los acordeonistas, por lo que los fandangos perdieron su espacio.

Pese a lo anterior, durante el siglo XX el Fandango de Pujerra, como signo propio de identidad del pueblo, era rescatado en ocasiones especiales, las muchachas del pueblo lo cantaban y bailaban ante el patrón en las fiestas, en Navidad y el Domingo de Resurrección. Inexorablemente fue pasando el tiempo y las personas que representaban y conocían el fandango van desapareciendo y las nuevas generaciones empezaron a olvidarlo.

Por suerte, en los años 70, antes de que cayera completamente en el olvido, desde los Coros y Danzas de Ronda se desplazaron al pueblo para investigar sobre últimos vestigios del fandango de Pujerra. Una vecina de 90 años llamada Rosita era la última persona que lo recordaba y transmitió todo su conocimiento a los Coros a Danzas. Gracias a ello esta agrupación pudo rescatar el Fandango de Pujerra antes de su desaparición y desde entonces está representándolo en escenarios de todo el mundo como una reminiscencia del rico patrimonio cultural de Andalucía y de Pujerra.

La letra del Fandango de Pujerra es la siguiente:

Que la nieve en el barranco

eres más bonita niña,

que la rosa en el rosal,

que la azucena en el campo.

 

Y una vez yo bien te quise,

me olvidaste, te olvidé,

zapato que yo desecho

no me lo vuelvo a poner.

 

En la raya de tu pelo

está la Luna “pará”

y no la deja salir

la hermosura de tu cara.

 

Qué “desgraciaíta” soy

que no tengo quien me quiera,

así me estoy quedando,

como el panal de la cera.

 


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