Opinión

Memoria/Yunquera (Francisco Pimentel)

Me parecía a mí que Carmen iba a salir adelante otra vez como tantas otras veces había hecho. Su vida, que ya antes de nacer estuvo marcada por el sufrimiento, ha sido dolorosa física y moralmente, castigos ambos impuestos por el nazi-franquismo a toda la sociedad española por haber tenido la valentía de querer e intentar hacer una sociedad justa y equilibrada.

Aquellos hombres y mujeres eran socialistas y libertarios, palabras maravillosas convertidas en despreciables por los fascistas que se apoderaron de España a sangre y fuego.

En 2013 cuando hacíamos las catas de comprobación de las fosas Carmen estuvo ingresada una vez más, como tantas veces. En una de las excavaciones habíamos encontrado un estrato que ni el arqueólogo ni nadie supo explicar. Era una masa negra y bastante viscosa que nos intrigó pero no supimos darle una explicación.

Pues sucedió que Carmen salió del hospital y lo primero que hizo fue venir a las fosas para preguntarnos como iba el trabajo de la búsqueda de nuestros familiares, entre ellos su padre. Hablando, hablando, nos contó que había sido compañera de habitación de una mujer que también tuvo familiares represaliados y como es natural cogieron mucha amistad.
Se contaron las penas y desgracias que los fascistas le habían hecho padecer y aquella mujer le contó a Carmen que a sus familiares y algunos otros, después de fusilados, los habían quemados sobre las fosas.
He aquí la explicación de aquella capa negruzca y extraña que habíamos encontrado…

Quedamos con Carmen y con hija en ir a visitar a su pueblo a aquella mujer compañera de habitación que el azaroso destino había hecho que se conocieran tantos años después del martirio de los nuestros y que además pudiéramos tener la explicación de aquel horror incomprensible que habíamos encontrado pocos días antes.

Desolados por su muerte estuve con Cristóbal en su entierro el pasado viernes santo 24 de Marzo. Estaba en la puerta del cementerio esperando el cortejo fúnebre cuando pasó la procesión de un crucificado acompañado de unos 100 penitentes, casi todos mujeres. Cantaban: perdona a tu pueblo señor… no estés eternamente enojado… perdónanos señor… padre nuestro que estás en el cielo… implanta tu reino… hágase tu voluntad… (¡¡¡cuánta manipulación del pensamiento de la buena gente!!! ¡¡¡cuanta sumisión y fascismo en tan pocas palabras!!!)… La procesión llegó a la pequeña ermita que hay frente a la puerta del cementerio y allí se detuvo.

Llegó el cortejo fúnebre y acompañando a Carmen habría mil personas, hombres, mujeres, jóvenes, campesinos con la tez quemada por el sol, profesionales, amas de casa, estudiantes y miembros de la memoria histórica…

El contraste entre el pequeño grupo que había con el cristo a la puerta de la ermita que hay frente al cementerio y la muchedumbre que había en la puerta del camposanto dando la despedida a Carmen me conmocionó. Y oré. Una oración laica. Calladamente en mi interior le dije a Carmen que íbamos a seguir hasta encontrar a su padre y a todos los padres, madres, hermanos, tíos, a todos los que el nazi-fascismo hizo desaparecer para poder reconocerlos, homenajearlos y enterrarlos dignamente y se haga la verdad, la justicia y la reparación que nuestra sociedad necesita.


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