Opinión

Una vuelta más de tuerca (Rafael Muñoz)

El tiempo sigue inexorable y la solución política de España, lejos de avanzar por caminos de rosas, en el que las espinas se soslayan para dar paso a espacios abiertos y escenarios más agradables; los senderos se complican, estrechan y tuercen cada vez más, sin faltar los abrojos, guijarros y tropezones, que dificultan la salida airosa de una situación ya anquilosada.

Y es que el puzle político de España, salido de las Elecciones Generales del 20 de diciembre pasado, no termina de encajar por ninguna parte. Tiene sólo cuatro piezas fundamentales. Las demás son accesorias, o más bien representan el “pegamento” que disimularía los defectos en los contornos de las principales, que impiden una unión fuerte y resistente, sin necesidad de argamasa alguna. Estaría también por ver si ese supuesto pegamento une o separa.

Esas cuatro piezas básicas se clasifican además, por sí solas, de dos maneras diferentes: en horizontal tenemos en un nivel superior a las dos fuerzas clásicas de los últimos tiempos (PP y PSOE), con una determinada experiencia, tanto para lo bueno como para lo malo (de lo malo también se aprende -o se debería aprender-), y abajo nos encontramos con Podemos y Ciudadanos, dos fuerzas emergentes, parece ser que con ganas de renovación y de poner enmienda en los deslices que han tenido lugar (y siguen aflorando) en los, digamos, ya tradicionales anteriormente citados.

Pero es que existe otra división transversal ( o perpendicular) a la primera. Ésta es en vertical, y nos deja a PSOE y Podemos a la izquierda, y a PP y Ciudadanos a la derecha (aunque esto de izquierdas y derechas sería también muy discutible, y a veces los extremos se tocan.
Pero al hilo de esto, se me viene a la memoria los resultados de una supuesta encuesta, que ha sido publicada en algunos medios informativos, donde los propios electores clasifican a sus partidos favoritos en una posición determinada del espectro. Según esta consulta, si suponemos una escala dividida del 0 al 10, donde el cero representaría la extrema izquierda, el diez la extrema derecha y el cinco marcaría el centro, Podemos estaría situado en el 3,2 de dicha escala, PSOE en el 3,8 a corta distancia, mientras que a Ciudadanos lo sitúan en el 5,7 (casi centro) y cierra el escalafón el PP con el 7,1 en una derecha moderada.

En fin todo esto son elucubraciones, que está bien que nos hagamos y razonemos, mientras esperamos y vemos acontecimientos, cuando ya hace dos meses que fuimos a las urnas y el horizonte no se despeja, sino todo lo contrario, cada vez aparecen nubarrones más oscuros.

Sin ir más lejos los últimos (¿qué digo últimos? los más recientes) casos de corrupción en Valencia, Madrid …, todos elles dentro de gobiernos del Partido Popular, al que “los dedos se les vuelven huéspedes” últimamente. Pero es que da la casualidad que son los últimos que han estado (y siguen estando, aunque sea en funciones) en el poder. Anteriormente el PSOE también dio mucho que hablar en temas de corrupción, así que están dando lugar a que no nos fiemos de ninguno. Porque en el fondo, los que están a la cabeza no son necesariamente los culpables, pues si bien deberían estar más vigilantes (como ha dicho Esperanza Aguirre), los que de verdad “meten la mano” son los que “andan con la manteca” y “se pringan”. Y estos son muy difícil de controlar y siempre estarán metiendo, no sólo la mano, sino la “pata”.

Los políticos con mayúsculas se deberían limitar a legislar con los mayores consensos posibles, y vigilar, facilitar y exigir el cumplimiento de sus funciones a los cuerpos policiales, jurídicos, fiscales, militares y civiles, el cumplimiento de sus obligaciones con agilidad, celo y diligencia. Y yo añadiría un poco más de respeto, amabilidad y educación. Pues el detalle de Rajoy negando el saludo (apretón de manos reglamentario) a Pedro Sánchez, en la mini entrevista que tuvieron el pasado viernes día 12, ha colmado el vaso de la indecencia, y ha hecho buena la dura frase que le espetó Sánchez a Rajoy en el cara a cara televisivo preelectoral del pasado diciembre: “Un presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente. Y usted no lo es”.

Los “pequeños detalles” son a veces muy importantes y difícil de borrar la huella que dejan. Y lo digo en el amplio sentido de la palabra y en el amplio espectro político y social.


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