Opinión

Memoria/Retorno (Francisco Pimentel)

En estos mismos días de 1937 el tiempo era malísimo, más frío y ventoso que ahora por lo que dicen las escasas crónicas que conocemos. Parece ser que ese temporal ayudaba a impedir el avance de las tropas franquistas por la costa.

El día 14 de Enero los fascistas entran en Estepona, el día 15 en San Pedro Alcántara y el día 17 en Marbella, por lo que entre esos días los miles de refugiados que habían huido de Ronda y que estaban en la colonia agrícola del Ángel tuvieron que emprender una nueva huida hacia Málaga. Nuestra gente, entre ellos mi familia, iban andando por lo que fueron apresados por el ejército de Franco entre Fuengirola y Torremolinos. Aterrados y ateridos de frío esperaban cualquier cosa habiendo oído el terrorismo que los nazi-franquistas y los moros habían desplegado allí por donde pasaban.

Pero la trampa fue tendida para más tarde. El ejército rebelde tenía prisa por llegar a Málaga. La felonía de Franco y sus terroristas estaba premeditada para matar a los mejores andaluces ocultamente y con el menor riesgo posible, como siempre habían hecho los espartanos con los ilotas.

Así que les conminaron a regresar a sus pueblos y a sus casas, asegurándoles que Franco había prometido que nadie tenía nada que temer si no tenía las manos manchadas de sangre. Nadie de los que huían habían cometido delito alguno. Solamente habían defendido a su familia, a Ronda, a España y a la República de una agresión armada. Así que volvieron retornando por el mismo camino por el que habían huido.

El tiempo malísimo, el aire frío, la lluvia, la humedad, la escasa ropa, los escasísimos víveres, de nuevo andando hacia Marbella, San Pedro y la carretera hasta Ronda donde llegarían un día como hoy, habiendo pasando todas las calamidades, las mismas que ahora vemos en la gente que huye, sufre y muere alejándose de lugares de guerra.

Así que hacia final de este mes de Febrero ya estaban en Ronda, que ya no era la alegre ciudad republicana, sino la gris y triste Ronda en manos de tanatos, con las casas saqueadas, desvalijas, destruidas por la horda fascista de los bárbaros a las órdenes del mayor criminal que en la península ibérica haya habido.

Mi familia, como todas las demás familias de Ronda y de los demás pueblos y ciudades, se apaña como puede, sin muebles y sin enseres, todo robado o destruido. Pero las calamidades que nuestro pueblo pasó desde el 18 de Julio con la descomposición de la sociedad y el estado, la organización para la defensa, los bombardeos, el ataque fascista, la huida, el frío, el hambre, el terror en el corazón, no habían acabado.

A los pocos días vienen los falangistas que, de nuevo al estilo de Esparta, por la noche se llevan a los mejores hombres y mujeres para machacarlos con una rabia que no podemos comprender y finalmente matarlos deprisa en la tapia del cementerio y tirarlos, muchas veces a patadas como hacía Hamido, en las fosas que desde Diciembre ya habían excavado en el campo adyacente y que hoy es el patio número 4 del cementerio de San Lorenzo.

Nuestra gente volvió de la huía, con la promesa de que nada tenían que temer. Llegaron a Ronda a final de Febrero y el 14 de Marzo comenzaban los fusilamientos: 44 el día 14 de Marzo, 24 el día 15, 22 el día 16, 21 el día 17, 42 el día 23, 73 el día 24,… y así hasta 1975. ¿Qué otra cosa se podía esperar de un general perjuro que prometía lealtad a la República al mismo tiempo que conspiraba para destruirla?


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