Opinión

Duelo de egos (José Juan Morales)

—Estoy del tema de la formación del Gobierno hasta las narices.
Julián hace esta reflexión mientras lee el periódico en la barra de Casa Juan, donde lee el periódico. Don Luis está sentado en una mesa contigua mirando atento a la televisión. No dice nada.
—Está usted muy callado. Dígame algo, hombre —busca Julián su colaboración.
—Es que yo también estoy cansado de todo esto —admite con resignación, don Luis—. Parece que nuestro país está siendo víctima de un duelo de egos a tres bandas. Todos piensan en su propio beneficio a largo plazo. Quiere ser presidente un señor líder de un partido que rara es la semana que no mete a uno de sus miembros entre rejas. Por otro lado, está el otro que quiere llegar a la Moncloa a toda costa y para ello puede ser capaz hasta de renunciar a los principios históricos de su partido.
—Los que han renunciado a ser presidentes tampoco son demasiado ejemplares —comenta Julián—. Uno ya ha preparado su Gobierno e insulta continuamente a los siete millones y medio de votantes que tiene el presidente del partido que ha ganado y a los tres y pico que tiene el otro del que no quiere ni hablar. Y luego está éste, Rivera, el de Ciudadanos, al que al contrario que a Iglesias parece que todo le viene bien.
Don Luis sonríe. Parece que tantas tardes de conversación (a veces monólogo, porque al principio Julián solo se quedaba callado y escuchaba atento a sus disquisiciones) empiezan a dar su fruto.
—Rivera tiene una actitud constructiva, o eso parece —apostilla don Luis—. Pero con tanta conformidad no se puede negociar, debe haber un término medio entre Iglesias y él. Al final puede verse relegado a la irrelevancia más pronto que tarde y seguir el camino de UPyD.
Ambos callan. El sonido de la televisión es lo único que perturba la tranquilidad de Casa Juan. Un negocio que, salvo en los fines de semana, parecen sostener entre don Luis y Julián. “Y en deportes el Atlético de Madrid fue ayer eliminado de la Copa del Rey”, dice la tele. Julián se ve obligado a romper esas noticias que sí que son verdaderamente desagradables.
—Como usted dijo, al final el único que ha terminado sacrificándose por un proyecto en esta país, ha sido Artur Mas.


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