Opinión

Ley, publicidad, amiloplastos y esferosomas (Fco Javier García)

Provisional todo. No quiero decir con esto que nuestro mundo esté mal hecho; ni, por supuesto, que sea el mejor de los mundos posibles. Pero lo que sí parece cierto es que los que, como los hoplitas, andamos por la vida a pie, tardamos mucho en entender el sentido de lo que se cuece en las altas esferas. Así, frases tan evidentes que su significado nos parece clausurado, parecen evolucionar en la semántica de las élites a ritmo tan vertiginoso, que a no ser que nos las representemos respondiendo a sus intereses, su magia maravilla.

Era todavía joven este siglo cuando nos despertaron apresuradamente con la evidencia sentiente de que Hacienda somos todos solo es publicidad. Pensábamos, -por la insania de las relaciones causa-efecto, que suele zarandear a las clases más desfavorecidas de una sociedad-, que la palabra Todo nos incluía, por la tendencia materialista que nos lleva a creer que el simple hecho de pagar impuestos nos permite personarnos en causas como si fuéramos una parte más. Y aquí es cuando nos sobrevalorábamos todos como parte, e infravalorábamos el poder que sí que tienen otras partes con respecto al Todo.

Pudiera ser que en un intento encomiable de poner a punto estos evanescentes conceptos, la abogacía del Estado haya dado de forma irrenunciable un paso al frente a fin de zanjar definitivamente la cuestión. Así, dentro de los infinitos resortes que tiene la publicidad, expresiones como Hacienda somos todos podría entenderse como un paso publicitario más que facilite al contribuyente el reconocimiento como obligación, eximiéndolo de la penosa tarea que supondría el verse como parte cada vez que el organismo recaudador inicie un expediente judicial, tarea que como mucho, entiende la abogacía, sí que debería incluir a la fiscalía.

Por cierto, en cuanto a los esferosomas y los amiloplastos, no deberíamos siquiera intentar comprender sus conceptos, porque podrían caer en manos de una sociedad que se debatiera a tal velocidad, que sus contenidos los destrozara en un pis-pas. Más vale dejarlos así, inaccesibles, junto al resto de palabras que pudieran acompañarlas en una mesa de disección. También puede ocurrir que aquí empecemos a parecernos a los franceses, que tienen una “France en haut” y una “France en bas”. Lo que a lo mejor nunca podrán llegar nuestros vecinos es la certeza absoluta de que Todos somos iguales ante la ley no es publicidad.


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