Opinión

Zafarrancho de combate (José Juan Morales)

Después de más de un año de medias tintas, ha empezado oficialmente la campaña electoral para las generales. El CIS marcó el jueves el punto de salida de cada uno de los partidos y dejó entrever algunas certezas, como que la victoria se la disputan tres, aunque parezca más o menos claro que va a ganar uno y que la batalla está en el segundo puesto.

El ciclismo siempre da buenos argumentos para establecer símiles. Los tiempos del bipartidismo de Indurain y Armstrong quedaron atrás. El Tour hay que correrlo. Y si es importante no perder tiempo en el día a día, todos sabemos que salvo diferencia abismal en los Pirineos, la Grande Boucle siempre se decide en los Alpes.

«El ciclismo siempre da buenos argumentos para establecer símiles. Los tiempos del bipartidismo de Indurain y Armstrong quedaron atrás»

Pablo Iglesias se quedó descolgado en un abanico de indefinición con tintes demagógicos, pero es un escalador y promete dar guerra. Rajoy es el maillot amarillo indiscutible y por eso se permitió ausentarse de la lucha por la etapa en el primer puerto de montaña. Pero si Rajoy perdió ese día por incomparecencia, Pedro Sánchez lo hizo por incompetencia. Al líder socialista se le vieron las canas que aún no peina. El suyo es un ciclismo antiguo que queda en evidencia ante la nueva retórica de Pablo Iglesias y Albert Rivera. Esta último parece más contrarrelojista que escalador, pero se defiende bien en la montaña, queda por ver si tanto como para abordar el segundo puesto o incluso atreverse a disputar la clasificación general.

Rajoy no parece dispuesto a querer entrar en lucha con los mejores gallos del gallinero y mandará a un gregario a que sofoque los ataques más duros. En esta campaña, mucho más dura que las anteriores, parece que serán más decisivos que nunca los enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

Los candidatos tendrán que fajarse y medir sus fuerzas y Rajoy piensa que su colchón le basta como para solo tener que comparecer en una subida ante Pedro Sánchez. Una ascensión en la que espera rematar a su rival, a priori inferior, y disipar las dudas que hasta ese momento se puedan verter sobre él. A diferencia del ciclismo, en la política hace falta una buena renta de escaños para proclamarse ganador en los Campos Elíseos. Puede pasar que el que allí llegue de amarillo, no se suba al primer escalón del podio, gracias a una relación de vasallaje establecida entre sus competidores. Llegan los Alpes y como dice Javier Ares: “A ver quién le pone el cascabel al gato”.


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