Opinión

Memoria/Casares (Francisco Pimentel)

A esta gran señora de Casares espero ir a verla a su casa cuando salga del hospital. Es la madre de un gran andalucista amigo, compañero y camarada de los de verdad, de esos que no molestan, que están ahí cuando los necesitas, y que te defienden y cuidan aunque tú no lo sepas.
Tal astilla de tal palo… porque ella es una superviviente de la agresión nazi-franquista y guarda la memoria de un trozo de nuestra historia… su vida es una vida de lucha y resistencia al fascismo desde que en 1937, con 6 años, fue encarcelada.

Ahora he hablado con su hijo que lleva varios días pendiente de la evolución del infarto cerebral que ha tenido su madre. Está en el Hospital Regional de Málaga… (a punto he estado de escribir hospital carlos haya… maldito franquismo !!!) y dicen los médicos que es sorprendente su recuperación. A mi amigo, a su familia y a todos nos alegra saber como a los 86 años tiene ganas de vivir y animarnos a seguir.

El padre de ella había sido fusilado en Casares con tantos otros que defendieron la legalidad, la democracia, la libertad, la igualdad y la fraternidad republicanas frente a los militares golpistas, que igual que en Ronda impusieron el terror, ayudados por falangistas, italianos, moros y alemanes. Poco después detuvieron en la calle a su madre con la banal excusa de haber robado un puñado de habas que llevaba en la cesta. La niña iba de la mano de su madre. De nada le valió decir la verdad: que las habas se las había regalado el propietario de una finca del Tesorillo. Así fue como a las dos las encerraron en la cárcel, que en aquellas fechas era peor que la que los americanos tienen en Guantánamo. Ir a la cárcel era la antesala de la desaparición forzada.

Ya habían matado y hecho desaparecer al padre y ahora querían hacer lo mismo con la madre… menos mal que enterado el campesino, tuvo el valor de presentarse a declarar que aquellas habas se las había dado él porque sabía que no tenían comida ni dinero. Así fue como la madre de mi amigo, con 6 años, pasó 10 días en la cárcel, más bien mazmorra, que ha marcado toda su vida junto con la trágica desaparición-muerte de su padre y los acontecimientos de la toma del poder por aquella maldita mafia violenta que a tiros y bombazos se adueñó de España durante 40 años.

Ella, como tantas y tantas miles de mujeres de nuestra Andalucía, son heroínas que han sido capaces de sobrevivir, resistir y mantener viva la memoria. Incluso ahora en estos días de agobio e incertidumbre es capaz de rememorar aquellos acontecimientos para que las nuevas generaciones sepan y nunca olviden lo que pasó de verdad. Son mujeres que, a pesar de las inmensas dificultades, han sostenido la llama por la verdad, la justicia y la reparación, que nosotros en su nombre hemos reivindicado una vez más el pasado día de todos los santos. Deseo con todo mi corazón verla pronto en Casares, cuna de Blas Infante y la única ciudad, junto a Cádiz, que no lograron tomar las tropas napoleónicas.
Blas Infante dedicó a Casares este poema: Sierra de Ronda. Mi pueblo está allí, en el extremo levante de una vertiente meridional, anidado como un aguilucho sobre lo alto de un avanzado peñón, mirando de frente eternamente los escarpes de África, sobre el Estrecho, percibiendo en su costado el alentar del mar interior que muge dulcemente durante los días de calma y que brama revolviéndolo turbio cuando siente su lomo azotado. El paraje que lo circunda es un mundo de rocas partidas y de gargantas hondas, de aguas ariscas y de grietas fértiles. Mi pueblo, por su casco (de este modo lo llaman sus habitantes), se asienta milenariamente sobre el nido atalaya de una alta peña de la Serranía como un aguilucho inmovilizado a quien el viento sigiloso arranca y esparce el plumaje mirando de frente con ojos nostálgicos más allá del Arroyo Grande, que dijo Abuberk, al Estrecho de Tarifa, las rutas de piedras afiladas como puñales por las que fueron a la emigración nuestros hermanos, los desterrados moriscos.


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