Opinión

El bienestar en la sala de espera (Manuel García)

Siempre se ha dicho que solo somos lo que nos han enseñado y es fácil comprender que estamos en lo cierto por eso mismo, porque hay cosas que de mayor no entendemos precisamente porque de niño no nos lo han inculcado. Lo bueno de la educación no sólo es lo que te enseñan sino también lo malo que no te aprenden.

Es corriente oír que los niños hacen lo que ven y por extensión de mayores seguirán siendo los mismos unido a otras maldades que cada cual acopia según qué vida lleve; en definitiva el hombre es lo que la educación hace de él y somos lo que nos han enseñado, desemboca todo en que nos educan para un proyecto. Se oye en ocasiones que tal o cual persona se ha hecho a sí mismo, solo se quiere decir que su entorno no ha sido el apropiado para llegar a ser lo que es y ha tenido por tanto que quitarse de encima muchos despojos de los que le ha impregnado su entorno, especialmente la familia, si la tiene, tema muy difícil con el que hay que luchar porque el ritmo del cambio mental es muy laborioso, lento y difícil; a casi todo el mundo se le acaban sus días sin cambiar. Con la manera de ser y actuar intentamos alcanzar objetivos que pretendemos para una mejor vida, incluso el que se suicida, lo hace porque cree que es lo mejor. Todos los pasos que damos lo hacemos para situarnos en una posición mejor de cara al futuro que nos queda por vivir, es como si nuestra vida discurriera en una sala de espera, se concluye que el bienestar solamente se encuentra en su propia búsqueda porque eso es la vida, la investigación constante para un futuro mejor. No he tenido aún la suerte de vivir el papel de un jubilado porque aún no lo soy, pero tengo entendido que ser jubilado significa gozar de alegría intensa que se hace ostensible, y por lo visto ninguno de los que conozco goza de tanta alegría porque el mundo material que vivimos contagia a todo humano, quizás también ellos participan igualmente del mundo material en donde casi todo se consigue con dinero y como cuenta el chiste, el resto cuestan un montón.

La libertad es el bien más preciado y se concreta simplemente en la posibilidad de elegir, necesitamos ser autores de nuestras vidas y ante tanta elección, nos encontramos solos, nos agota, y nos pasa factura al producir el efecto contrario al pretendido. La libertad se ve desvirtuada ante tanta elección, se nos esfuma la vida eligiendo entre la cantidad ingente de posibilidades que se nos presentan hojeando la multitud de catálogos en los que se ha convertido nuestra vida cotidiana. El consumismo es como una mano invisible que actúa sobre las personas sin que ellas se den cuenta y que nos lleva a lo que comúnmente conocemos como ser por ser y tener por tener, sin pensar que tener más no es sinónimo de mejor.

Nos falta tiempo para lo esencial, lo que realmente nos hace útiles y felices que es estar con los nuestros y con los demás. El concepto de “los nuestros”, también se relativiza, los nuestros pueden ser mucha gente, desde todos los de mi pueblo hasta sólo mi mujer y yo, y a veces sólo yo. Y lo que es aún peor, me puedo quedar con el solo dinero como amigo.


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