Opinión

No se si alegrarme o entristecerme (Daniel Harillo)

Estas últimas semanas hemos podido ver cómo la solidaridad ha acampado en la serranía, en un programa de la primera cadena se ha podido ayudar a una rondeña y muestra de ello es cómo de todo el estado muchos particulares pusieron su granito de arena.

Pero no es ni de lejos la única actuación que aquí se ha hecho. Hay que felicitar a la iniciativa privada, a un grupo de personas que con gran ilusión han constituido una nueva asociación “El buen samaritano”, cuya única finalidad es atender el economato social donde muchos rondeños y serranos podrán adquirir alimentos a precios más que asequibles. Una marea de voluntarios todos los días atienden este economato repartiendo no sólo alimentos para el cuerpo sino algo más importante para el espíritu, consiguiendo una sonrisa, devolviendo ilusión a muchos que la tenían perdida.

También fuimos muchos los que disfrutamos en el teatro Vicente Espinel de la fantástica representación que un grupo de paisanos desinteresadamente realizó, con la obra “Pobre madre”, que ha permitido que Proyecto Hombre reciba la cantidad de 4000€.

Gracias a la Cruz Roja toneladas de alimentos se han descargado para mantener casas con los alimentos imprescindibles.

Y como culmen semanal se inaugura un comedor social que atenderá a más de 250 familias con necesidades económicas; garantizando con el reparto de menús solidarios comida caliente para personas que se encuentran en difícil situación, sólo tendrán que poner 50 céntimos por comida.

Todas estas actuaciones conocidas tratan de paliar en alguna medida la gravísima situación que vivimos. Recientemente lo hemos podido leer en el documento “Análisis y Perspectivas 2014” que la Fundación FOESSA y Cáritas han presentado, donde destacan la respuesta solidaria y participativa de vecinos y ciudadanos de a pié para paliar la crisis, teniendo en cuenta la disminución del nivel medio de renta en los hogares españoles durante el 2013, inferior a la que había en el año 2000, hasta el punto de que el nuestro se ha convertido en uno de los países de la Unión Europea donde la renta se reparte de manera más inequitativa. Además, las formas más severas de pobreza son las que más han aumentado con la crisis, llevando a nuestro país a los primeros puestos del ranking europeo en cualquier clasificación que se haga de indicadores de pobreza. Un hundimiento de las rentas más bajas, incremento de hogares sin ingresos, casi 700.000. Un total de 11,7 millones de personas (3,8 millones de hogares) están afectadas en España por distintos procesos de exclusión social, lo que supone 4,4 millones de personas más que en 2007 (un incremento del 60,6%). Asimismo, 5 millones de personas se encuentran ya afectadas por situaciones de exclusión severa, un 82,6% más que en 2007.

La incidencia de los problemas de exclusión del empleo se multiplican por 2,5 y los de salud se duplican. La reforma laboral tiene una leve mejoría en la creación de empleo –que ha seguido destruyéndose después de su puesta en marcha– está lejos de los datos que serían los necesarios para salir de aquí. Los problemas de vivienda, que partían de un nivel relativamente elevado, se incrementan un 36%, difícilmente se puede pagar una vivienda cuando falta para comer y no digamos las dificultades que se presentan para comprar medicamentos.

Ante este duro panorama, hay que destacar cómo la calidad y fortaleza de las relaciones sociales en España son un recurso de vital importancia para evitar el riesgo de fractura social generado por los efectos de la crisis en los niveles de renta y de desigualdad. Esta es una de las constataciones más llamativas, existen indicadores que apuntan al mantenimiento de un gran recurso de capital social en la sociedad española, que es de vital importancia preservar: el papel desempeñado por la familia ha sido una muestra evidente de un poderosísimo elemento nuclear con el que cuenta nuestra sociedad para enfrentar las situaciones más complicadas.

Aún con políticas sociales insuficiente y con escasa protección, la familia –y, en general, las redes sociales primarias y las relaciones entre la ciudadanía– siguen resistiendo. Sufriendo el desgaste que implica la crisis, pero demostrando ser uno de los cimientos sobre los que construir.

Se observa, asimismo, que la ciudadanía no acepta que ese deba ser el único camino posible, como demuestran algunos hechos: Entidades como Cáritas ven incrementarse el número de personas que se acercan a sus puertas para implicarse como voluntarias y como colaboradores. Son muchas las organizaciones ciudadanas que han expresado en diferentes ocasiones que el gasto público en determinados ámbitos, debe ser considerado como una inversión social y no como un gasto a reducir. Se consolidan determinadas iniciativas sociales o de economía solidaria, que dejan de ser prácticas marginales.

Lo que está en juego no es el porqué de esta crisis, sino cómo queremos salir de la misma. En este sentido, la propuesta de Cáritas es la de salir todos y cada uno, juntos y sin que nadie quede abandonado a su suerte y a las injusticias de un modelo que claramente ha mostrado sus debilidades. Como los autores de “Precariedad y Cohesión social” insisten en recordar, no es posible esperar más para llevar a cabo medidas redistributivas que impulsen procesos de cohesión social.

Sueño con unos gobernantes capaces de salvar al hombre por encima de los bancos, de los eres, de las autopistas,… pues sólo así saldremos de la situación que ahora vivimos.


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