Opinión

Memoria/Trabajadores (Francisco Pimentel)

Durante la dictadura la celebración del 1º de Mayo tenía dos convocatorias. Una era la oficial que al estilo de la iglesia católica convirtió el día de los trabajadores en una especie de fiesta semi-religiosa, fútbol y juegos gimnástico-florales televisados. La otra era la de los partidos y sindicatos clandestinos para celebrar el 1º de Mayo tal como había sido instituido: Día del Trabajo por acuerdo del Congreso Internacional Obrero Socialista de 1889 en París como jornada reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago, los sindicalistas que fueron ejecutados en Estados Unidos por su lucha para conseguir la jornada laboral de ocho horas teniendo su origen en la huelga iniciada el 1º de Mayo de 1886.

En aquella época la vida de los trabajadores era pésima empezando porque la jornada laboral era de 16 horas para millones de hombres y mujeres que empezaban la jornada a las 4 de la madrugada y terminaban a las 8 de la noche. El salario era mínimo y sólo permitía malvivir a las familias. En caso de cierre de la empresa el destino para los obreros era la miseria sin ninguna clase de ayuda o la emigración. Sus hijos trabajaban desde los 6 años y las mujeres de noche. El hambre era común entre las clases trabajadoras y también la represión policial. No es extraño que los obreros intentaran terminar con esta situación a partir de la década de 1880.

El 1° de Mayo de 1886 la huelga por la jornada de ocho horas estalló de costa a costa de los Estados Unidos. Más de cinco mil fábricas fueron paralizadas y cientos de miles de obreros salieron a calles y plazas a manifestar su exigencia. En Chicago los sucesos tomaron un giro conflictivo. Los trabajadores de esa ciudad vivían en peores condiciones que los de otros Estados. Partían al trabajo a las 4 de la mañana y regresaban después de las 8 de la noche de manera que jamás veían a sus mujeres y sus hijos a la luz del día. Unos vivían en corredores y desvanes, otros en chozas donde se hacinaban varias familias. Muchos no tenían ni siquiera alojamiento y se les veía rebuscar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios o comprar al carnicero algunos céntimos de recortes.

Por otra parte los empresarios tenían una mentalidad de bárbaros. Sus periódicos escribían que el trabajador debía dejar de lado su orgullo y aceptar ser tratado como una máquina humana. El Chicago Tribune llegó a publicar: El plomo es la mejor alimentación para los huelguistas… La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social. Es de esperar que su uso se extienda. La huelga culminó con la masacre de la plaza Haymarket y en el posterior juicio amañado contra los dirigentes anarquistas y socialistas de esa ciudad, cuatro de los cuales fueron ahorcados.

No era extraño que con esas condiciones Chicago fuese el centro más activo del movimiento obrero en América. Dos organizaciones dirigían la huelga por las 8 horas: la Asociación de Trabajadores y Artesanos y la Unión Obrera Central, pero eran sus periódicos obreros los polos en torno a los cuales giraba la acción reivindicativa. Uno de estos periódicos Arbeiter Zeitung era escrito en alemán dirigido por August Spies de orientación anarquista y otro The Alarm en inglés dirigido por el socialista Albert Parsons. Con ellos un grupo de buenos periodistas y oradores insuflaba el espíritu que caracterizaba la lucha obrera en ese Estado. Algunos de ellos pasarían a la historia como los Mártires de Chicago: Auguste Spies, Albert Parsons, George Engel y Adolph Fischer.

En España después de la larga noche franquista el 1º de Mayo recuperó su nombre de Dia del Trabajo a partir de 1978 en que los trabajadores participaron masivamente en las manifestaciones reivindicando la libertad y la democracia, un estatuto de los trabajadores, la devolución del patrimonio sindical incautado, las secciones sindicales en las empresas, la negociación colectiva y el derecho de huelga, además de exigir medidas eficaces contra el paro y contra la escandalosa subida de los precios.


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