Opinión

Memoria/Leret (Francisco Pimentel)

Para muchos rondeños que nacieron después de la rebelión militar el 18 de Julio era un día que se salía al campo. Recuerdo que durante muchos años los días previos se hacían preparativos familiares para irse de excursión. Era fiesta nacional y los chicos y jóvenes veíamos eso como una tradición. Nadie había coordinado nada, nadie podía organizar nada, pero el pueblo en masa se iba de excursión al campo. Mejor dicho el pueblo no se iba en masa, se iba entero, pero desperdigado. Cada familia había buscado un sitio donde pasar el día y Ronda se quedaba desierta.

Más tarde comprendí el significado de ese éxodo y más tarde también supe que el 18 de Julio había comenzado el 17 en Melilla. Y he sabido que ese día la primera víctima de Franco fué otro militar que se opuso a la sublevación: el capitán Virgilio Leret Ruiz, hijo de militar, que nació en 1902 y fue muy brillante como soldado, aviador e inventor.

En el pasado Congreso de Víctimas del Franquismo celebrado en Rivas Vaciamadrid en Abril los representantes de Ronda tuvimos el honor de conocer a su hija Carlota Leret O’Neill que desde 2001 cuando tuvo acceso a varios expedientes está dedicada a investigar los acontecimientos políticos que marcaron el destino de su familia y de los oficiales y la tropa que acompañaron a su padre en la que ella califica como la primera batalla de la guerra civil.

El capitán Virgilio Leret había luchado contra Abd-el-Krim, ocupado Xauen y Alhucemas y soportó heroicamente con 20 soldados un duro asedio de los rifeños durante 21 días. Aviador durante el desembarco de Alhucemas su avión fue abatido y después de caminar 24 horas por territorio enemigo logró salvar su vida llegando a la zona francesa del protectorado marroquí situado a una gran distancia.

En la década de 1920 conoció en Barcelona a la que sería su esposa Carlota O’Neill madrileña de origen mexicano y feminista de izquierdas que marcó profundamente su vida. En 1929 obtuvo el título de ingeniero con la más alta calificación. Estaba totalmente volcado en el ejército y en sus proyectos pero también tenía tiempo para tocar el violín y para escribir. Además sabía árabe y francés.
Debido a su actividad militar en Marruecos fue condecorado tres veces: la primera por sus actuaciones en tierra y la segunda y la tercera por sus actuaciones heroicas en el aire. En 1934 formó parte de la Escuadrilla Dornier, que dio la vuelta a España. Diseñó el primer motor a reacción, original y revolucionario para su época, al que denominó Mototurbocompresor de Reacción Continua. Este invento fue patentado en el Registro de la Propiedad Industrial de Madrid el 28 de Marzo de 1935 con el nº 137729.

El 17 de julio de 1936 era jefe de la Base de Hidroaviones del Atalayón. Al iniciarse la sublevación en Melilla defendió la base del ataque de los Regulares de Mohamed ben Mizzian. Según los sublevados fue hecho prisionero lo trasladaron al fuerte de Rostrogordo y fusilado el 23 de julio de 1936. Sin embargo el informe oficial era falso y se supo más tarde por un informe secreto de un teniente sublevado que Leret había sido pasado por las armas al amanecer del 18 de julio semidesnudo y con un brazo roto junto con los alféreces Armando González Corral y Luis Calvo Calavia que también habían defendido la base. El valeroso capitán tenía 34 años.
Después de que los sublevados acabasen con la resistencia de Leret en la base y le asesinaran, Carlota O’Neill fue detenida y separada de sus hijas Carlota y Mariela. Fue juzgada por un tribunal militar dieciocho meses después de su detención y condenada a seis años de prisión por saber ruso, por feminista y por su responsabilidad en los actos de su marido. Tras su salida de la cárcel, Carlota O’Neill tuvo que hacer grandes esfuerzos por recuperar la custodia de sus hijas antes de irse al exilio en Venezuela y luego en México.

Así, con asesinatos, mentiras y represión contra las mujeres comenzó el 17 la gran tragedia que quisieron hacer creer que fue una santa y gloriosa cruzada inspirada por dios y cuyos negativos efectos aún estamos sufriendo aunque muchos no se lo quieran creer.
Gracias a Carlota Leret y a tantas mujeres y hombres valientes que han conservado intacta la memoria de lo que verdaderamente pasó seguimos indagando en nuestro pasado la verdad, para que se haga justicia y se lleguen a reparar las heridas de nuestra sociedad.


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