Opinión

Los cangrejos no se venden (Ángel Azabal)

Por los 80, Andalucía aún padecía un sistema caciquil que sólo menguó liberando al jornalero del feudo-finca, de los blasones y de la madre que parió a tanto señoritingo de manzanillas ociosas. Y esto fue posible gracias en buena parte al PER; ese PER que, con otro nombre, tanto parece fastidiar a la derecha que relaciona fraude y trabajo agrícola, pero que calla los momios que la UE endiña a sus fincas.

Andalucía aún supuraba en cada maleta de cartón aupada a los trenes del éxodo laboral y a los autobuses que partían de madrugada desde las plazas, en silencio, avergonzados, hacia las industrias de los Nortes. Incidían todos los políticos de raza que por entonces surgieron, y en particular Rojas Marcos y Escuredo, en la falta de cohesión de las ocho provincias y en las dificultades que entrañaba poner fin a los modelos de explotación/expoliación aún por entonces reinantes. Algo queda.

Sin embargo, todos aquellos hombres y mujeres que se hicieron pancarta tras el lema de una Andalucía Libre, desde buena parte de los centristas a los comunistas, pasando por los socialistas de distintas siglas y los andalucistas “históricos”, todos razonaban en positivo sobre las expectativas que comenzaban a vislumbrarse en lo que se dio en llamar la California de Europa. Años apasionantes, cuando entonces, recuerda, cuando la política era algo más que el patio de Monipodio donde hoy campan a sus anchas los  nostálgicos de la CEDA —que ya se ven de mascas—, los choferes correcoca de algunos jetas que se lo llevaron crudo, los EREs con listillos intrusos —por llamarlos de modo suave— salidos del Guzmán de Alfarache para comenzar a trabajar —¡milagro!— el mismo día en que nacieron: patio de Monipodio donde todo huele a alcantarilla atorada y a compraventa de principios: si no le gustan, tengo otros: caprichos que se van cambiando sobre la marcha, al sol que más calienta y en función de proyectos que ya no pasan del día a día porque la inmensa mayoría de nuestros políticos hace mucho que renunció a las utopías de Paco Casero: Villamartín: año 81: huelga de hambre: dispuesto a dejarse morir por los derechos de los proletas andaluces: los mismos a los que hoy, treinta y tantos años después, se quiere ningunear con una reforma laboral que llega firmada por una andaluza, Fátima Báñez, peón de brega de Arenas en el gobierno de Madrid. Con semejante trágala y tragaderas tan desahogadas dudo mucho que el PP pille cacho en la Junta.

Tal vez la peor de las corrupciones no sea ni Mercasevilla ni los Malaya, ni los trajinantes que van de puticlús tirando de visa oficial, ni el boquetillo del pariente, tampoco los EREs de marras a los que se aferra el PP por ver de ganar las próximas elecciones: la peor corrupción es el intento de raptarnos la memoria como pueblo y ocultar todo lo que los andaluces hicieron en estos tres decenios, pues por negar, esta derecha hasta niega los sueños alcanzados.

Contaré una anécdota. Un vendedor ambulante de cangrejos de los que ya sólo se ven en algunas ferias, entra en una taberna de Utrera. De madrugada. Coloca sobre la barra la cesta con los cangrejos por vender, pide una copa de aguardiente y saca una moneda de cinco duros; el tabernero le hace un gesto con la mano: Mañana…, y vuelve a llenarle. Tres ociosos alumbrados de manzanilla se miran entre sí y deciden hacer la gracia —o la caridad, vaya usted a saber— comprando la mercancía que el hombrecillo no ha conseguido vender después de pasearla desde las ocho de la tarde por todas las tabernas de Utrera. ¿Cuánto por la cesta, niño?, pregunta uno. El hombre ni mira. Guarda silencio. Apura la copa y dice: Los cangrejos no se venden. ¿A que sí?, reta el señoritingo que más bebió, y añade: ¿A que por cinco mil sí me los vendes? Ríen. Los tres ríen mucho. La manzanilla, es lo que tiene. Déjenlo ustedes, señores, que ya se va, media el tabernero. No te apures por mí, dice el hombrecillo, al tiempo que toma la cesta, le da la vuelta, arroja los cangrejos al suelo, los patea y suelta: Este niño ha dicho que los cangrejos no se venden, y no se venden. Y puso todo el énfasis del mundo cuando dijo niño. ¡Con Dios, señores!

Con un par. El 25 de marzo hay elecciones.


2 comentarios en “Los cangrejos no se venden (Ángel Azabal)

  1. Juan A.Carrasco Garcia

    Me ha emocionado la anecdota de Utrera. Afortunadamente ya hay pocos que se tiren ese farol. Pero…haberlos haylo, desgraciadamente.

  2. manuel sánchez

    precioso. que pena que lo diga un socialista y no un andalucista!!! es la verdad.

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