Opinión

7-0 (Nacho Garay)

Confieso que hasta hace pocos días la posible condena, o no, al ya exjuez Baltasar Garzón me traía un poco al pairo. Garzón ha contraído tantos méritos en su lucha contra el terrorismo y el narcotráfico como deméritos posteriores cuando decidió dar su salto a la vida política y tras no conseguir sus objetivos marcados -ser ministro en principio y sucesor de Felipe González después-, decidió emprender una campaña contra sus hasta hace poco compañeros de partido que se saldaba con la condena que daba con los huesos en la cárcel de sus compañeros Barrionuevo y Vera, por aquellas fechas ministro y secretario del ministerio del Interior respectivamente. Garzón había guardado esos papeles escrupulosamente y reactivó el asunto con fruición una vez que sus ambiciones políticas quedaron en el camino.

Desde ese momento Garzón emprendió una campaña hacia el estrellato individual, con algunos logros no desdeñables, y se convirtió en una especie de super juez que se encontraba por encima del bien y el mal y se erigía en el único conservador de los valores de una democracia hasta ahora, que haciendo valer la separación de poderes ha recibido una condena que el condenado nunca parece haber creído que le ha sido impuesta por el más alto órgano jurisdiccional, a 11 años de inhabilitación por el delito más grave en el que pueda incurrir un responsable de impartir justicia. Las protestas contra una sentencia tan unánime -siete a cero-, como jurídicamente poco discutible, la dictan los pocos jueces del Tribunal Supremo a los que el acusado no pudo recusar, lo que demuestra la falta de confianza de Garzón en una justicia que el ha administrado y dosificado a su antojo.

Ahora, esa justicia que tanto han criticado los pocos que se manifestaron a favor de Garzón, le absuelve de un delito de cohecho, aunque según el auto el exjuez se habría beneficiado de su posición para recibir más de un millón y cuarto de dólares  para la celebración de unas conferencias, de distintas entidades que casualmente tenían causas en las que intervenía el presunto adalid de las libertades.

Sin duda que este ínclito personaje volverá a escena, defendiendo la causa de los pobres en las listas de Izquierda Unida, pero eso sí, con el riñón bien cubierto, gracias a la celebridad alcanzada con unas actuaciones que en muchos de los casos dejan bastante que desear y que, lo peor de todo, pueden dejar en libertad a los acusados de un caso de corrupción como el Gürtel.


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