Opinión

Las buenas y malas obras

Las obras de la plaza de Carmen Abela se han convertido en un quebradero de cabeza para el equipo de gobierno municipal, al que ya sólo cabe esperar que finalizen sin que la empresa adjudicataria le de nuevos sobresaltos que enciendan todavía más los ánimos de unos vecinos, que empiezan a mostrarse al límite de la indignación y que en la mayoría de los casos han mostrado una paciencia casi infinita en contraposición con la altanería de algunos de los responsables de la empresa adjudicataria, que imaginamos también cuenta las horas para despedirse, por nuestro bien de manera definitiva, de la Ciudad del Tajo.

Estas obras, al igual que las de la calle Remedios, empantanadas desde tiempo inmemorial, deberán hacer reflexionar en el futuro a los responsable políticos a la hora de realizar las contrataciones en obras que afectan al corazón comercial de nuestra ciudad. Primero con la imposición de algunas cláusulas que no nos dejen indefensos ante las actuaciones de las empresas a las que se adjudica el trabajo, retrasos injustificados, materiales por debajo de la calidad de los que figuran en el proyecto, cumplimiento estricto de las normas seguridad y otras anomalías que hemos sufrido durante años en las obras que hemos soportado en los últimos tiempos.

Que las obras son molestas ya lo sabemos, pero la responsabilidad política del gobernante de turno es que no se conviertan en insufribles para los ciudadanos, que al fin y al cabo son los que finalmente pagan esas realizaciones.


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