Opinión

Indignados (Pedro Enrique Santos Buendía)

En singular es el estado de ánimo más extendido entre los españoles que vivimos con pavor el desgobierno de los últimos años y que nos ha llevado a la ruina, económica y moral. En plural se ha puesto de moda en los últimos meses como supuesto movimiento popular y libre que reivindica una democracia real. Y nada más lejos de la realidad.

Ese movimiento, conocido como 15 M, se caracteriza por el anonimato de sus integrantes. Nadie los representa individualmente ni en grupo. Nadie estampa su firma en los comunicados. No piden autorizaciones para sus actos o convocatorias  que realizan saltándose todas las normas legales y de convivencia. Se autodefinen pacíficos pero demuestran una nada pacífica violencia de masas si no acatas sus formulaciones a pies juntillas o se te ocurre invadir el espacio público, también el privado, que han limitado como propio. Sus postulados se aprueban multitudinariamente con las manos levantadas bailando los pajaritos.

Movimiento de masas conformado por desharrapados hijos de papá. Desharrapados porque la imagen de la mayoría deja mucho que desear y se sitúa bastante lejos de la higiene. Hijos de papá por la condición de sus integrantes. Muchos, hijos de papá sin oficio ni beneficio asumiendo el papel de progres. Los más, progres de verdad: estas gentes educadas a la sombra del buenismo oficial, de una historia mutilada y sectaria, de prejuicios infinitos travestidos de modernidad, de librepensadores de boquilla. Cargados de derechos pero sin obligaciones. Que exigen respeto a su forma de vida pero no saben respetar a los demás ni el espacio de todos. Asaltan inmuebles de otros por ser incapaces de trabajar para conseguir uno propio. Son los hijos de papáestado. Ese estado benefactor, (y consentido), obligado a darles sustento pero al que no piensan aportar contribución alguna.

Como buen movimiento de masas es revolucionario y está dispuesto a crear un mundo nuevo basado en principios decididos asambleariamente, por todos. Por todos los de la cuerda, claro. No admiten estar teledirigidos cual títeres, pero ya se sabe que tras cualquier coro andan los corifeos. Esos que fomentan  revoluciones para conseguir llegar a la dictadura o el imperialismo, como en todas las que en este mundo han sido. Bueno, no en todas, pues desde que aparecieron radio, cine y televisión, medios capaces de llevar consignas a grandes muchedumbres mal formadas y, en consecuencia, fácilmente manipulables, las revoluciones modernas desembocan en totalitarismos.

Modos de gobierno que concentran los poderes en manos de grupos que no permiten la existencia o acción de otros, que niegan el pan y la sal a los demás. Los poderes los detentan muy pocos pero utilizan como pantalla a muchos que se creen realizados, ¡pobrecillos!. Ejemplos de totalitarismo ha habido, hay e intenta haber de todo tipo: nazismo con uniformes armados, comunismo con proletarios sometidos, fanatismo con lectores de un solo libro, peronismo con descamisados, separatismo con inidentificables enchapelados, castrismo con barbudos verdeoliva, fascismo con disfraces negros, maoismo con desculturizados campesinos y, ahora …, indignadismo con hijospapá desaliñados. Este último, aún en sus comienzos, parece que puede alcanzar altas cotas pues está utilizando el último adelanto en adoctrinamiento de masas: las anónimas redes sociales de Internet.

Yo estoy en contra de todo movimiento multitudinario verdugo de individuos y conciencias. Me gustan los que firman con su nombre y defienden sus principios aunque estén solos. Los que no portan caretas y argumentan sin repetir eslóganes. Aquellos que no abusan de derechos ni espacios, que no ensucian, pintan ni encartelan lo ajeno. Los que intentan trabajar y pagar sus hipotecas sin colarse en  casas de otros. Y como eso no se estila, soy un indignado.


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