Opinión

La marea azul no llega a los pueblos de interior (José Becerra)

Aplastante victoria del PP y debacle considerable del PSOE. El mapa de España se tiñó de azul el 20-N y los populares festejan por todo lo alto la victoria. El pueblo respondió a sus mensajes esperanzadores y a ellos se agarró el electorado como quien lo hace a un clavo ardiendo para ver si se puede salir de la angustiosa situación en la que nos debatimos, aun en la creencia que las cosas no van a ser fáciles y que no van a cambiar de la noche de la mañana. Pero se ha creído con buen criterio que el cambio político puede propiciar el económico. Es lo que subyace en ese tsunami añil que recorrió la península de norte a sur y de este a oeste.

Sin embargo, y dejando el análisis de lo ocurrido en grandes y medianas ciudades, en donde la gaviota de los populares voló largamente a sus anchas, a expertos políticos avezados, uno no tiene por menor enjuiciar lo que sucedió en la provincia y, en concreto, en los pequeños pueblos del interior de la provincia de Málaga. Si observamos con detenimientos los resultados de estas elecciones gloriosas para unos y catastróficas para otros, vemos que la izquierda de defiende como gato panza arriba, que decimos en la comarca rondeña. En Alameda, Alfarnate, Almáchar, Almargen, Álora, Alozaina, Alpandeire, Archidona, Arriate, Benaoján El Borge, Campillos, Cortes de la Frontera, Cuevas de San Marcos, Cuevas del Becerro, Faraján, Humilladero, Mollina, Montejaque, Pujerra, Teba, Villanueva de Algaidas, Villanueva del Trabuco, y otras muchas pequeñas poblaciones de la Axarquía, Guadalteba y Serranía de Ronda, dieron las espaldas ostensiblemente a los populares y siguieron creyendo en los socialistas.

La reciedumbre de la izquierda en estas demarcaciones municipales es más que evidente, y al mismo tiempo, el rechazo a la derecha, porque en definitiva, independientemente de las siglas de partidos, son estas dos concepciones de la política las que imperan. Y vienen haciéndolo desde las primeras elecciones democráticas de 1978. Tendrán que pasar años y leguas que muestren nuevas actitudes de los conservadores para que este enquistado sentimiento de rechazo se atempere.


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