Opinión

El lenguaje de los sentidos (Manuel García Hidalgo)

Una de las características diferenciales que se atribuyen al género humano en comparación con el resto de animales irracionales, es la capacidad de comunicarse mediante el lenguaje     articulado, también llamado sonoro. Con éste no se agotan las posibilidades de los medios que tenemos para expresar cosas y situaciones ya que utilizamos además la comunicación sensorial que, aunque no son medios que tengamos catalogados sí que hay mucha coincidencia en su interpretación. Son un conjunto de señales, movimientos y manifestaciones exteriores con los que el individuo se expresa y da a entender una cosa.

Las personas que comparten vidas, etapas o facetas de ella, participan igualmente de códigos a través de los sentidos que tienen como resultado el entendimiento. Lo dicho no es solamente válido para parejas, familias, compañeros o amigos, lo es igualmente en muchos ámbitos de la vida para personas que comparten países o culturas. Son como códigos establecidos, no escritos pero vivos, que también han ido cambiando con los tiempos. Actualmente hay mujeres a las que se les condenan por conducir un coche como en Arabia Saudí donde igualmente no pueden ni votar o se les castiga por vestir pantalones en algunos y en otros se le premia por mostrar su cuerpo.

El entendimiento a través de los sentidos puede producirse incluso entre seres de distinta naturaleza como es el que de da entre el hombre y los animales domésticos con los que comparte hábitat incluso con objetos o seres inanimados de los que percibimos igualmente sensaciones; cuando contemplas la naturaleza o miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas y es porque nuestra mente siempre está en un estado de nunca tener suficiente y siempre saca algo de todo. Sentirse cómodo en un estado de contemplación, es estar siempre dispuesto a investigar buscando alimento para la mente incesantemente y no solo para el pensamiento, sino que busca alimento para su identidad, para encontrar sentido a su yo.

Las Empresas de Cazatalentos buscan a gente con dotes intelectuales que sean capaces de captar datos más allá de lo que se dice o se habla, que saquen verdades hasta de cuando intencionadamente se falte a ella e incluso que saquen información de la desinformación. No hay duda que se busca a gente que tenga un manejo de la comunicación sensorial no solo en la capacidad de transmitir sino de interpretar.

El silencio forma así mismo parte importante en la comunicación; las pausas o instantes más o menos largos que separan conceptos y frases dejan paso a la imaginación del receptor; su uso está determinado por el estado de ánimo del que habla, las circunstancias, el interés de lo que se dice produciendo una diferencia de entonación y de ritmo en la voz, se puede hasta valorar más a alguien por lo que calla que por lo que habla, según dice el dicho.

Por razones obvias el lenguaje no tiene sentido sin el que escucha, mediante la escucha, se lleva quietud a la comunicación. Cuando escuchas verdaderamente a alguien, surge la dimensión de quietud y el lenguaje se convierte en parte esencial de la relación interpersonal. Pero la verdadera escucha es un don escaso, generalmente la mayor parte de la atención de la persona que teóricamente escucha, está consumida por su propio pensamiento. En el mejor de los casos, puede estar evaluando tus palabras o preparando la siguiente frase que va a decir, o puede que no esté escuchando en absoluto perdido en sus propios pensamientos. Por tanto la verdadera escucha va más allá de la percepción auditiva, es el emerger de una atención alerta, un espacio de presencia en el que las palabras son recibidas. Ahora las palabras se vuelven secundarias, pueden ser significativas o pueden no tener sentido. Mucho más importante que aquello que estás escuchando es el acto mismo de la escucha, el espacio de presencia consciente que surge al escuchar y ponerse en el lugar del otro, la empatía surge como resultado gratificador.


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