Opinión

Indignado con los “indignados” (Pepe Crucesblancas)

Cuando surgió el movimiento de la “democracia real” y tomaron pacíficamente la Puerta del Sol, después de oírles, muchos estuvimos de acuerdo con sus proclamas. Habíamos clamado porque el pueblo sufriente, que manifestaba a viva voz su hartazgo de los políticos y el sistema parlamentario imperante, levantara su voz. Lo hicieron por fin y los que se rasgaban las vestiduras por este motivo nos traían al pairo. Los postulantes emplazados en el kilómetro O esgrimían reivindicaciones contra las que no se podía no estar de acuerdo. Pero la “spanish revolution” se degradó, seguramente porque elementos extraños a su esencia, camparon a sus anchas, usurpando el lugar a quienes en un principio ganaron las simpatías de mucha gente. O, al menos, eso es lo que se cree ahora, cuando el brillo primigenio de la protesta empieza a eclipsarse.

Nos dimos un sistema político democrático, abjurando de otro totalitario que nos oprimió durante décadas. Por mucho que se tilde de antisistema, el parlamentarismo y su funcionamiento normal, los derechos inalienables de las personas y el sometimiento a las leyes establecidas sin distinción nos alumbraron un nuevo destino tanto tiempo anhelado.

Por ello, muchos discrepamos del giro de los acontecimientos ahora claramente contestatarios. Que se increpe en público a un alcalde, a un concejal, o que el presidente de una comunidad autónoma tenga que llegar en helicóptero a una sede parlamentaria, cuyas inmediaciones han sido tomadas por una turbamulta agresiva en un claro acto delictivo no es ciertamente un panorama alentador, el cual posiblemente puede desfigurar la imagen que damos al exterior. ¿Han pensado los “indignados” que se podría estar indignado con ellos?


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