Opinión

Ronda, Patrimonio de la Humanidad (Pepe Becerra)

Todavía no lo es, aunque venga mereciendo el galardón de reconocimiento universal desde mucho tiempo atrás. Pero se están dando los primeros pasos para lograrlo. La concejalía de Turismo municipal está detrás del esfuerzo para poner en pie una plataforma que pergeñe la solicitud a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ( UNESCO para los íntimos) con el fin de que se dé  el espaldarazo a la ciudad de Ronda y se la reconozca como Patrimonio de la Humanidad. Alcalde, concejales de uno u otro signo político, empresarios e instituciones de la más variada índole están apostando en el empeño. Como no podía ser de otra forma.

Si existen  ciudades eminentemente monumentales, entendiendo el adjetivo – ¿ será preciso explicarlo ? – no por el gigantismo ni por lo dilatado de su contorno, sino por la riqueza de los monumentos de carácter público y privado que encierran, se puede pensar que en la provincia de  Málaga hay dos que destacan a gran altura: Antequera y Ronda. La primera situada en el llano,  asentada sobre una suave meseta la segunda. Difieren en los emplazamientos pero vienen a coincidir en lo esencial: el repertorio monumental se complementa con el apacible encanto de la atmósfera natural, casi campesina, que a ambas envuelve y que se magnifican en la ciudad del Torcal en su Semana Santa y en la ciudad del Tajo en su feria y corrida goyesca de octubre. Las características propias se hacen en esas fechas más que patentes.

“Si Ronda tuviera mar…”,cantó el poeta en encendidos versos que buscaban recurriendo a los anhelos rimados ensanchar con  la posibilidad de un nuevo encanto añadido el conjunto de los que  por sí ya acumula la ciudad plácidamente sostenida en la planicie. Pero no necesita la “inmensidad próxima del piélago” para ejercer el enorme poder de atracción que la convierten en la tercera ciudad más visitada de Andalucía después de la mora granada y la lujuriante Sevilla.

A Ronda para encandilar al más de millón y medio de visitantes que cada  año la visita le basta  y sobra con el Tajo y los puentes que le infunde carácter, tanto como el Partenón a Grecia. Suscita la imaginación y provoca la admiración  el núcleo medieval amurallado;  la iglesia de Santa María la Mayor, elevada a la categoría de colegiata por el rey Fernando el Católico y cuya construcción se prolongó durante más de dos siglos, lo que dio lugar a que se aprecien diversas etapas en   los estilos arquitectónicos  y decorativos del templo;  la casa de Mondragón, que rezuma nobleza,  o la del Gigante, la vivienda  de origen árabe mejor conservada de la ciudad;  los Baños Árabes, una reliquia de la cultura de esta etnia en la ciudad; la Alcazaba o la Casa del Rey Moro, una sustancial mezcla de gustos y estilos artísticos. ¿Y qué decir  de los conventos de Santo Domingo y el de  las Clarisas, o de la iglesia del Espíritu Santo y el sorprendente alminar de San Sebastián en medio de la Ronda febril y moderna? Un sinfín de monumentos que encumbran a la ciudad y de entre los que no podemos olvidar la barroca  y elegante plaza de toros,  ni mucho menos las ruinas de la ciudad de Acinipo en cuyas cáveas puede que disfrutara la nobleza romana sentada en la ciudad con la representaciones de obras de los romanos Plauto y  Terencio, pero también de los griegos como las sátiras del ateniense Aristófanes  o las tragedias de Esquilo o Sófocles. Y todo eso sin echar mano a la leyenda, que no es sino mitad historia y mitad imaginación desbordada como es el caso de contrabandistas y bandoleros aguerridos que deambularon por las inmediaciones de la ciudad y revistieron la comarca con la pátina de lo romántico y lo maravilloso. En definitiva de la magia que cautiva y embelesa.

¿Se necesitan más méritos para que la UNESCO conceda a Ronda el codiciado distintivo? Ahora hace falta que  la empresa recién iniciada se vea coronada por el éxito. Que esperamos que sí.  Las razones que se esgrimen para lograrlo son  abundantes y más que convincentes.


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