Opinión

De momento (Manuel Giménez)

Bajo del avión en una ciudad nueva, impresionante, y escribo el artículo sólo un rato antes de que se publique, después de un largo paseo.

Apenas hace un par de días que me marché de Ronda y tengo las heridas aún plenamente abiertas. Me fui con mucha tristeza, como siempre me ocurre, pero esta vez con un dolor algo distinto.

Siempre he estado acostumbrado a regresar periódicamente a Ronda con un zurrón de más o menos anécdotas para regalar. En respuesta, mis amigos allá correspondían con un tropel de historias generalmente divertidas, negocios trepidantes e iniciativas arriesgadas que, después de contadas, nos daban a unos y otros las fuerzas necesarias para mantener el entusiasmo en la lucha de cada día, cuando nos tocara distanciarnos de nuevo

Esta vez no ha sido así. No me encontré historias trepidantes, sino dramas sangrantes, iniciativas insatisfechas, desconfianza y, sobre todo, desesperanza.

Esta vez ha sido un relato quijotesco, donde mis amigos, unos trabajadores infatigables, se golpean, ya desde hace tiempo, contra los molinos de la realidad. Los negocios antiguos ya no venden, los nuevos no funcionan y, los que pudieran funcionar, nadie los financia. Nadie mantiene la ilusión, seguros de que el panorama rondeño sólo podrá ir a peor. Lejos quedan los días en que las fantochadas del alcalde causaban estupor. Ahora las excentricidades de caudillo ni siquiera son noticia.

Después de oírles el relato, callaba, estremecido por su dolor, que es el mío. He escuchado historias de viejos lobos rondeños, superhéroes de todos los días bregados en mil batallas, que ahora se encuentran acorralados y solos ante el peligro.

Nunca debí guardarme la respuesta que el cuerpo me pedía; de quedarme con las ganas de decirles que no tengo la menor duda de que no existen en el mundo guerreros más capaces que ellos de dar la vuelta a la situación y provocar, una vez más, el cambio que nos devuelva a la alegría, a las aventuras de las que nacen las historias divertidas. A la esperanza.

Precisamente hoy, al poner un pie en la ciudad de los rascacielos, el lugar del sueño americano, del triunfo nacido de la nada y el trabajo abnegado, incansable e insuperable, me ha parecido descubrir que mucho de este sueño lo hay en ellos, en nosotros.

He caminado toda la tarde por entre los edificios, primero, en busca de hospedaje y cargado de maletas. Después, impresionado por la altura de las construcciones, la locura de las calles, por los cientos de personajes diferentes que se asoman a las escaleras de incendios como sacadas de una película; delante de sus bares glamorosos frecuentados por artistas y delante de las tiendas de alimentos paquistaníes, africanos, mexicanos.

Al regresar y empezar a escribir, me he sentido el tío más especial de esta ciudad, al que todos miraban y reconocían por la calle: “Mira, ahí va el dueño de una historia que puede cambiar a su antojo”.

Es cierto, creo que todos podemos dar un giro a nuestra película, si lo intentamos con todas las fuerzas. Y con toda la esperanza.

Pero, ni mucho menos, creo que eso lo haya aprendido en una tarde, aunque dijera Sinatra en una canción a Nueva York, si soy capaz de hacerlo aquí, seré capaz de hacerlo donde sea

No creo que haya que irse tan lejos, más me creo lo que dicen los Aslánditcos: Yo sé bien que tengo que luchar para sobrevivir. Puede ser que viva de ilusiones que yo fabriqué, que tenga en los bolsillos sólo arena y fe. Aquí estoy, jodido por este camino que escogí, pero vale la pena llegar hasta el fin. Sé que aún me quedan lágrimas por derramar, será el precio que pague por mi libertad. Quiero sentir que hice lo que yo de verdad soñaba.

Quiero hacer lo que yo soñaba. Porque se trata, en efecto, de luchar el camino hasta el final, por jodido que sea y con las heridas abiertas.

Y de momento eso de luchar, lo aprendí de vosotros, que me lo enseñáis cada día.

http://pezgrande.blogspot.com/


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te pedimos la "MÁXIMA" corrección y respeto en tus opiniones para con los demás

*