Opinión

El sentido común (Manuel García Hidalgo)

Cualquiera que preste su atención al título de este artículo, querrá seguramente descubrir qué tiene de común lo que él opine con lo que siente el que escribe lo que está pensando. Podríamos decir que todo es lo mismo ya que concatenadamente opinar, pensar, sentir y escribir son la misma cosa. Si para ello utilizamos el sentido común, por ser común el sentido, estaremos de acuerdo en todo, pero paradójicamente habrá tantas opiniones como juicios.

Sobre el sentido común hay tantas opiniones porque éstas, como en otros temas, no son más que la manifestación de la curiosidad y el desconocimiento que tenemos sobre él. Es según se dice, el menos común de los sentidos, hasta tal punto que creer en él es la primera falta del sentido común. Tiene el agravante además que se utiliza con exceso para explicar o sancionar la conducta de nuestros semejantes. Un producto de su fecundidad son los altos índices de audiencia que hay en los programas del corazón en los que se sancionan e interpretan las cosas de los famosos. Se suele oír mucho en ellos el término “querella”, consecuencia de la interpretación de cosas que se dicen.

Lo que realmente no es común es la ideología de la que está fuertemente impregnada el conocimiento que condiciona nuestra interpretación de la realidad.

Hay una fábula que diferencia claramente el sentido común y la ideología: Había una vez un río que estaba crecido y el agua había cubierto todas los pasos, merodeaba un escorpión por una odilla intentando cruzar al otro lado del río, nadie lo socorría y en esos momentos apareció flotando una rana que quería salir del agua pero no lo hacía por temor al escorpión. Éste cuando se percató de la presencia de la rana le pidió que le ayudara a cruzar el río a lomos de ella lógicamente, la rana se negó rotundamente porque estaba segura que le picaría y eso sería su fin, había aparecido en ella el mecanismo adaptativo llamado miedo que conlleva claras ventajas para la supervivencia. Como es lógico y por sentido común, él le prometió que no lo haría y que estaría eternamente agradecido por cruzarle el rió, pero aún así no se fiaba. El escorpión le dijo que si le picaba durante el trayecto, por sentido común, ambos se hundirían muriendo él también, que eso era de lógica. Bajo este argumento, la rana se empezó a convencer que no le picaría y habría de creerlo. Finalmente accedió a cruzarlo a lomos de ella y se acercó a la orilla, el alacrán se montó encima de la rana y ésta empezó a nadar hacia la otra orilla, el escorpión después de dudar, le hincó el aguijón en la espalda. Le recriminó lo cruel y lo tonto que había sido, esa era la muerte de los dos, que ella había presentido. Sí, lo sé, respondió, estoy arrepentido, pero ¡no he podido resistirlo¡.

En el mundo hay más de dos millones de personas que no saben leer ni escribir pero por sentido común pensarán lo mismo.


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