Opinión

Los tiempos que me ha tocado vivir (Lucas Gavilán)

Mis padres, niños de la guerra, me trajeron a este mundo con el suficiente tiempo como presenciar la muerte de Franco y, seguidamente, el atentado contra Carrero Blanco. Fui testigo de la llegada de la democracia y de la redacción y aprobación de la Constitución del 78. Parece que fue ayer cuando Adolfo Suárez ocupo el cargo de primer presidente democrático. También recuerdo como si fuese ayer al último alcalde de la dictadura en nuestro pueblo, y al primer alcalde democrático: Juan Harillo. Recuerdo la primera victoria electoral de la izquierda en España, llegada de la mano de Felipe González, y la primera victoria electoral del desaparecido GIL con el consiguiente pacto de los partidos tradicionales para evitar que este nuevo grupo dirigido desde Marbella se alzase con el poder.

En estos treinta años de democracia han sucedido muchas cosas: unas buenas y otras menos buenas. Sea como fuere, al menos hemos tenido libertad para aceptarlas o para denunciarlas. Recuerdo especialmente el referéndum para la autonomía andaluza y la muerte de Caparros,  la dimisión de Suárez, y el golpe de estado del 23 F. Al día siguiente, ajeno al ruido de los sables, un joven púber e incauto hacía autostop en el cruce de Arriate con el objetivo de visitar a su novia en Setenil. Ese joven era yo. Por aquel tiempo todavía los conductores montaban en sus autos a los desconocidos. En fin, esas perdonables  y comprensibles negligencias de la juventud. Recuerdo otros sucesos de aquella época tales como el asunto de Juan Guerra, Roldan, el caso Rumasa y todo lo que tuvo que soportar Miguel Boyer por parte de Ruiz Mateos, los GAL, el referéndum de la OTAN, el envenenamiento colectivo con aceite de colza desnaturalizado, y el ascenso y caída  de mecenas mediáticos tales como Mario Conde y Jesús Gil.

Más tarde Aznar, aprovechando el desgaste de Felipe González y tras repetir hasta la saciedad “váyase González” ganó las elecciones, y tuvimos una recuperación económica, además de un par de guerras: Irak y Perejil. A Juan Harillo lo sucedió Zulueta, y a éste, Garcia Rubio. Más tarde irrupió con fuerza la llamada cultura del pelotazo, cuyos adalides intentaban ganar la mayor cantidad de dinero posible en cortos espacios de tiempo; y fue en las legislaturas de Fraile, Herrera, Benítez y Marín Lara cuando el bum inmobiliario llegó a su cenit con proyectos como el de Ascari, Merinos, Arenal, Planilla, etc. Construcciones que en su mayor parte permanecen en stan bay a consecuencia de la crisis que desde hace ya dos años nos sacude constantemente. También tenemos que lamentar en estos últimos años el grave atentado yihadista contra las Torres Gemelas en New York, y los atentados del 11-M en Madrid.

En el plano tecnológico y científico, los avances más significativos que he vivido son la llegada de la telefonía móvil, los ordenadores y la revolución de Internet, la Estación Internacional Espacial, la ingeniería genética y los trasplantes de órganos; y es que, desde que dejaron de parar los autobuses junto a la plaza de toros y desapareció el mono de la alameda han pasado muchas y nuevas cosas, entre las que también cabe resaltar la aparición del SIDA, que en África se ha convertido en una pandemia. Sentí mucho el cierre de la ferretería de la Campana.

Recapitulando de nuevo, yo viví la Gerra Fría y su final con Gorvachov. El mundo se dividió en dos bloques antagónicos por culpa de los cuales en más de una ocasión estuvimos a punto de morir en una guerra termonuclear. Más tarde cayó el Muro de Berlín, y cuando parecía que América dominaría el mundo, la irrupción de la grave crisis económica le ha puesto de rodillas y al borde del colapso, mientras que, lentamente China con sus mil trescientos millones de habitantes se va perfilando como la primera potencia mundial. Es quizás el conflicto Palestino el más longevo en el tiempo: nací con él, y si no cambian radicalmente las cosas, tal vez no llegue a ver su final. No quiero olvidar la alegría que supuso el verano pasado la consecución de nuestra primera Eurocopa.

Por si no he vivido ya bastantes cosas, y como buen hipocondríaco, bien que me metieron el miedo en el cuerpo con mi primera inexistente pandemia: la gripe A, a la que espero sobrevivir el próximo invierno. La gente de mi generación, en un corto espacio de tiempo hemos asistido a grandes cambios que a lo largo de la historia de la humanidad tardaban muchos siglos en producirse. No podemos quejarnos: hemos vivido buenos tiempos. Y todavía antes de que la huesuda de la guadaña venga a por nosotros, tal vez podamos ser espectadores y partícipes de nuevos y grandes eventos. Son los tiempos que nos ha tocado vivir, y se podría decir que a la gente de mi generación ya no nos asombra nada, aunque no somos tan viejos y los cambios se siguen acelerando. En una generación ha pasado más cosas de lo que antes pasaba en milenios. Nos han tocado vivir tiempos agitados como a todas las generaciones, aunque el desarrollo económico nos ha proporcionado un mejor nivel de vida. Ahora nos toca ver el ocaso de la era del petróleo, y nos esta tocando ver que el planeta ponga un “hasta aquí” al mito del progreso. Por otra parte, estoy seguro que también veré el fin de esta horrible crisis económica, aunque me temo que el final no va a ser nada bueno

En estos últimos días me han soplado que Estados Unidos ya cuenta con una nueva forma de energía capaz de suplir al petroleo basada en el magnesio, que mantienen muy en secreto. Esto me hace pensar que son más la cosas que han sucedido y que nos han sido ocultadas a los ciudadanos de a pie, que las que realmente hemos conocido. A pesar de ello, me doy por satisfecho. He vivido buenos tiempos.


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